Carlos Egaña: Midiendo mente, un error educativo

Carlos Egaña: Midiendo mente, un error educativo

ThumbnailCarlosMEgañaA todos nos gusta ser considerados inteligentes. Creo que aún no conozco a la primera persona que disfrute considerarse a sí mismo, o ser considerado por otros, poco inteligente; idiota. Por eso es normal para nosotros que nuestros sistemas educativos premien la inteligencia y, como consecuencia, el logro académico. Así, el niño que va al colegio quiere ser reconocido frente a sus compañeros, profesores y familiares. Y esto, en principio, puede ser bueno. Sin embargo, la dirección que están tomando la educación y la economía globalmente (o al menos en una porción importante del mundo desarrollado; y creo que a eso debemos apuntar) demuestra que el enfoque exclusivo en la inteligencia puede estar limitando el crecimiento de los estudiantes hasta el punto de hacer un daño importante en sus vidas, en la educación, en la economía y en la sociedad.

Comencemos con la concepción de la educación formal. Sir Ken Robinson, educador inglés reconocido mundialmente, plantea el siguiente argumento. Al haberse institucionalizado la educación pública como parte del proceso de la Revolución Industrial, el sistema educativo se planteó al servicio del mercado laboral industrial. De este modo, los colegios han servido para suplir la necesidad de trabajadores y gerentes. En todo el mundo, continúa Robinson, los sistemas educativos mantienen la misma jerarquía de materias, sirviendo a este sistema.

Pero el mundo de hoy en día no es el mismo de los siglos XVIII y XIX, e incluso ya es muy distinto al del siglo XX. El autor estadounidense Daniel H. Pink explica que, al existir una relativa abundancia y homogeneidad de los bienes básicos en buena parte del mundo desarrollado, mercados con mano de obra muy barata en Asia (y, lamento decirlo, también en Venezuela), y tomando en cuenta los avances tecnológicos que han permitido automatizar cada vez más labores humanas, los nuevos movimientos de la economía se mueven más hacia otras esferas; esferas donde la creatividad, la diversidad y el toque personal adquieren más valor; las esferas del valor intangible.





¿Qué significa todo esto? Que el valor de la educación tradicional debe reconsiderarse, pero sobre todo que la inteligencia tomada tradicionalmente, lo medible en el tan famoso Coeficiente Intelectual, puede no tener el mismo valor de antes. Su reemplazo, o más bien su complemento, puede encontrarse en otras áreas de la mente humana, medibles con otros coeficientes menos conocidos.

Comencemos por el factor actitud. Carol Dweck, científica y autora, ha comenzado a plantear la diferencia cardinal entre una “mentalidad fija” y una “mentalidad de crecimiento”. Con esto se refiere a la diferencia entre el conjunto de creencias y actitudes que tenemos sobre nuestra propia inteligencia y capacidad de crecimiento. Quienes creen que la inteligencia es algo fijo, mantiene Dweck, verán exactamente esos resultados. Por otro lado, quienes creen que la inteligencia es entrañable y puede variar con tiempo y esfuerzo -y trabajan para ello- experimentan exactamente esos resultados.

Esto va en consonancia con lo que escribe el autor y conferencista John C. Maxwell. Maxwell, relatando cómo su esposa (una maestra de escuela primaria) se quejaba de la insistencia de su escuela en medir el Coeficiente Intelectual de sus alumnos mas no fijarse en su Coeficiente de Actitud, argumenta que ha visto pasar a infinitos estudiantes con altos CI que fracasan e igualmente innumerables estudiantes con CIs bajos o promedios que alcanzan el éxito. Cierra diciendo “espero que mis hijos tengan excelentes mentes y sobresalientes actitudes. Pero si tuviese que elegir, sin duda quisiera que sus Coeficientes de Actitud fuesen altos”.

Por otro lado, el autor Daniel Goleman lleva años abogando por el valor de la Inteligencia Emocional en todos los aspectos de la vida. Goleman aboga por este factor como la clave del éxito en las relaciones, la vida personal y, sobre todo, la vida profesional. Un estudio del Instituto de Investigación de Stanford determinó que el éxito monetario en cualquier situación laboral está relacionado en un 87.5% en la capacidad de manejar a las personas, y un 12.5% en el conocimiento del producto en cuestión. Similares resultados expone el Instituto de Tecnología Carnegie, en un estudio que determinó que el 85% de nuestro éxito financiero se define en “Ingeniería Humana” y el otro 15% en habilidad técnica. Keld Jensen, contribuyente a la revista Forbes, lo resume diciendo que “resulta que tu Coeficiente Intelectual palidece comparado con tu Coeficiente Emocional, tu Coeficiente Moral, y tu Coeficiente Corporal”.

El resumen de todo esto, desde el hecho que las necesidades de nuestras economías están cambiando hasta el que nuestros Coeficientes Emocional y de Actitud sean igual o más importantes que nuestros CIs es que debemos repensar la manera en que nos educamos y educamos a nuestros estudiantes. La inteligencia clásica no lo es todo, y los logros académicos tradicionales tampoco lo son. Una generación preparada para llevar adelante el Siglo XXI -en Venezuela y el mundo- debe además ejercitar su creatividad, desarrollar conscientemente su actitud, e invertir con fuerza en desarrollar inteligencia emocional y capacidad de lidiar con personas. Y, creo, es la labor de padres, maestros, y todos los miembros de la sociedad formarse para esto y contribuir en la formación de los más jóvenes. Solo así es posible construir una sociedad mejor en los nuevos tiempos.

Carlos M. Egaña

@Carlosegana