Hay que tener los pantalones bien puestos y guaramo del bueno para no flaquear y romper a llorar durante esos tres minutos. Hay que llenarse de mucha fuerza para no sucumbir ante la injusticia de vivir en un país que recibió la renta petrolera más grande de su historia y que no pudo cumplir con la medicina de un inocente, entre muchos, que sucumben ante una escasez peor que la de los alimentos, la de las medicinas.
Independientemente de que hayas sido bendecido con la presencia de un hijo, recuerda que tu mamá y tu papá (uno, el otro o ambos), lo fueron con tu llegada. Trata por un momento, luego de escucharle, ponerte en sus zapatos e imagina sentir lo que vivió con la injusta partida de Ricardo Andrés.
Ahora pregúntate si no merecemos algo mejor…