“Anclarnos en lo que haga o deje de hacer la AN es no ver por el retrovisor la representación de lo vivido y tolerado”
El debate dejó de ser por lo pronto lírico y normativo. Es irremisiblemente político, social, y muy importante: autocrítico. Es censurar nuestras omisiones. Es no esperar que otro nos resuelva. Es no criticar al mensajero, sino llevar nosotros el mensaje. Es concientizar mucho de lo que no hemos concientizado, como nuestro desprecio hacia lo público o lo civilista; hacia la pobreza, la corrupción, la fealdad, el desorden o lo ajeno. Lo económico -aunque es una variable de peso para forzar procesos de cambio- no será la piedra angular de los desenlaces. Diría Schopenhauer en su tratado, La representación de la voluntad, todos somos resultado de nuestras decisiones, de nuestras intenciones, del ser haciendo y resolviendo, conforme concebimos nuestro propio mundo. En Venezuela hemos tenido gobiernos galbanas, despilfarradores, rentistas, militaristas o populistas a rabiar, cuya representación ha sido lo que consciente o inconscientemente quisimos que fuese. Bajo esa dinámica egoísta, mordaz y de conveniencia “resolutoria”, nos saltamos todas las leyes, todos los procedimientos, todas las instituciones, todas las formas, y lo que nos queda es lo que tenemos: todo el desorden, toda la injusticia, todo vacío, como decía García Lorca, todo de nada…
De la gula y glotonería pretoriana, se viabilizó una profunda pesadez institucional en la que quedamos todos atrapados. Un Estado-gobierno que se lo tragó todo. La autonomía del BCV se la comió con “Fondos Chinos” donde los ingresos “excedentarios” del petróleo, se dilapidaron entre Petrocaribe, Cuba, armamento; gabelas a Podemos, Marulanda o al Foro de Sao Paulo, o a los amigos de Nicaragua, Argentina, Bolivia o Ecuador. Nuestras medicinas están en las patrullas de Evo. Las tierras de Brito y 4.000 hectáreas más, quedaron al servicio de Fidel. Nuestras escuelas -adoctrinadas y a medio terminar o mantener- se caen a cuenta de lujosos viajes por el mundo (con jet privado y con extensas comitivas), y nuestros ahorros, es decir, nuestro futuro (deberíamos tener las reservas más altas de LATAM) se hipotecaron a China… La destitución arbitraria de los diputados de Amazonas o el Decreto de EE, o el desacato de los ministros a la AAN y cualquier inventario de violaciones normativas, es un átomo en el universo en comparación a la indignación acumulada después de 250.000 muertes violentas (impunes), miles de violaciones de DDHH; maltratos sin precedentes (lo de Lilian Tintori y doña Antonieta, es innombrable), y un Estado que sólo acata la “justicia de Chávez”. Una representación de lo que somos y tenemos, donde cabe preguntar: ¿aun no habiéndolo querido así?
La representación de nuestra voluntad en Venezuela, a tenor de donde estamos, como estamos y que tenemos, debe conducirnos a una profunda reflexión. La era Chávez ha significado un manejo irresponsable de una riqueza impensable e irrecuperable. Pero, ¿de cuánto somos responsables? ¿Cuánto hemos aprendido o nos negamos aprender? El respeto a nuestra dignidad, si va mas allá de lo político. La AN es sólo un pequeño espacio de representación. Pero es la suma cohesionada y coherente de las voluntades indignadas de la gente, donde reposa la real fuerza de la transformación social y de poder. No podemos delegar y responsabilizar todo a la AN. La indignación, el futuro de nuestros hijos y la vida misma, no se trasladan. Anclarnos en lo que haga o deje de hacer la AN -obsesivamente- es no ver por el retrovisor la representación de lo vivido y tolerado. Hoy los diputados de la MUD tratan sólo con su voz, quitarse de encima envestidas inadvertidas. Otras devenidas de sus mismos adeptos, amén inocuo, es torpe.
He tenido posiciones críticas a actores iconos del liderazgo opositor. Sigo sin comprender algunas de sus posturas. Pero ahora es tarde y muy grave, para cabalgar en análisis de profundas exigencias exegéticas. Lo que se avecina es inédito, es lo que describe José Ortega y Gasset, un salto a la nada, es no tener que comer…Y en ese escenario se impone una conducción política muy firme, muy bien acompañada y muy obediente, en términos de apoyo ciudadano y movilización, porque ha llegado la hora, no de la diatriba, no de la dejar hacer, del dejar pasar, sino al decir de Shakespeare, de ser o no ser… O libertad y progreso o miseria y represión. Sin retórica, con autocrítica y con calle.
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