Viuda del Rey Fahd de Arabia Saudita lo describe como un excéntrico adicto a la metadona

Viuda del Rey Fahd de Arabia Saudita lo describe como un excéntrico adicto a la metadona

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Janan Harb – CORDON PRESS

 

Janan Harb retrata al monarca como un excéntrico adicto al juego y a la metadona

Por Ana Mellado | ABC (España)

En la extensa corte de Arabia Saudí junto al poder, la opulencia y el exotismo conviven fascinantes secretos que más de uno desearía que nunca vieran la luz. La monarquía absoluta con la interpretación más intransigente del Islam siempre se ha afanado en tapar sus excesos y sus luchas fratricidas por la sucesión a golpe de petrodólar. Pero ahora las memorias de la viuda exiliada del Rey Fahd bin Abdulaziz al Saud amenazan con zarandear los cimientos de palacio. A sus 69 años, esta palestina aficanda en el exclusivo Chelsea londinense ha abierto la caja de los truenos.

La autobiografía inédita de Janan Harb será llevada a la gran pantalla bajo el título de «The Weaknesses of King Fahd». La cinta, que verá la luz a finales de febrero, retrata al monarca fallecido en 2005 como un ser caprichoso, adicto al juego y a la metadona. En una escabrosa secuencia se puede ver al monarca apostando grandes sumas de dinero a la ruleta en el Casino Clermont de Mayfair en Londres. En otra, directamente se droga con una jeringuilla. Un auténtico escándalo para un país que pena abiertamente los juegos de azar y el consumo de drogas. «Reconozco que si Fahd estuviera vivo no le haría mucha gracia esta película. Nadie en el mundo sabe cómo viven los Al Saud en el interior de sus palacios», comenta socarrona Harb.

Además de las debilidades de Fahd, también hay un jugoso espacio para su hermano, el actual monarca, Salman bin Abdulaziz al Saud, que ascendió al Trono hace justo un año. «No es una buena persona. Yo le llamaba el carnicero de Riad por la forma en la que ejecutaba a la gente», cuenta Harb.

Harb y su entonces marido el príncipe Fahd– ABC

La historia de amor entre Fahd y Harb se fraguó cuando ella era una inocente veinteañera que, huyendo de la Cisjordania ocupada por Israel, buscaba fortuna en Beirut. Él tenía 45 años y era el favorito de su hermano, el Rey Faisal bin Abdulaziz al Saud, para sucederle en el Trono. Nada más verla quedó prendado de ella y no pararía hasta conseguirla. La agasajó con diamantes y la invitó a un almuerzo en casa de su tío. «Aparecieron diez cocineros con platos humeantes de cordero. Parecía My Fair Lady. Sólo había visto ese nivel de abundancia en las películas».

Harb se convirtió al Islam antes de casarse en una ceremonia discreta con el monarca en marzo de 1968. El cuento de hadas no tardó mucho en desmoronarse. La recluyeron entre las cuatro paredes de una mansión de Riad y le prohibieron tener hijos. Como se refleja en la película, Harb se quedó embarazada hasta en tres ocasiones, pero su marido la obligó a abortar. No quería tener «a unos pequeños Arafat correteando por el palacio», en referencia al fallecido líder palestino Yasser Arafat.

En 1970 comenzó a urdirse un plan para alejarla definitivamente de la Familia Real saudí. El actual Rey Salman quería deshacerse de ella a toda costa.«Pensaron que yo era una amenaza para Fahd, ya que se estaba preparando para convertirse en Rey. No podían aceptar la existencia de una esposa cristiana palestina. Pero creo que Fahd hizo un trato para dejar que me fuera viva», remarca Harb, quien en 1971 fue deportada al Reino Unido.

El Rey Fahd ocupó el trono entre 1982 y 2005– ABC

Con el tiempo, la mujer repudiada rehizo su vida y comenzó a olvidar la pesadilla en la que se tornó su historia de amor. Lo que nunca olvidaría es la promesa que le hizo su marido de cuidar de ella el resto de su vida, al menos en términos económicos.

El 20 de junio de 2003, cuando el Rey ya se encontraba gravemente enfermo, Harb se citó con el Príncipe Abdul Aziz, hijo de otra de las esposas de su marido, en el londinense hotel Dorchester. Durante ese encuentro, el Príncipe acordó pagarle 12 millones de libras (16,8 millones de euros) y cederle dos pisos situados en el exclusivo barrio de Chelsea –valorados cada uno en unos 5 millones de libras (7 millones de euros)– a fin de honrar la promesa hecha por su padre de proporcionar a Harb soporte financiero de por vida.

La familia negó siempre ese encuentro y se resistían a concederle a la viuda exiliado lo que ella reclamaba como suyo. Tras un ardua batalla legal, hace dos meses el Tribunal Superior de Londres falló a favor de Harb obligando a la Familia Real saudí a pagarle lo que el príncipe Abdul Aziz le prometió.

La venganza es un plato que siempre se sirve frío. La de Janan Harb se ha hecho esperar casi 50 años.

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