Sobran razones para que Nicolás Maduro se vaya. El acuerdo nacional para que lo haga es casi total, con las naturales excepciones de quienes están obligados a callar o de los que consideran que si se va el único refugio disponible sería un campamento en Irán o la Misión Vivienda de Kim Jong-Un.
La salida de Maduro es inevitable y lo que la sociedad procesa es la manera de hacerlo de la forma menos traumática. La más obvia es la que plantearon los líderes de “la salida” desde 2014, la renuncia, y que ahora goza de masivo apoyo. Para que Maduro la acepte como su involuntaria contribución, se requiere una dosis de presión social. Chávez renunció en 2002 cuando el Alto Mando militar, nombrado por él, se lo exigió. Ahora no se sabe si esta “ayudaíta” estará presente, pero lo que es la sociedad civil exhausta, lo demanda.
La renuncia llevaría a Aristóbulo Istúriz a liderar la fase inicial de la transición o a hacerse a un lado para que alguien de consenso la conduzca. Pero si Maduro se niega a renunciar, la otra vía es la de activar los mecanismos de su destitución por lo que parece cada vez más cierto, que es la revelación de su doble nacionalidad, colombiana y venezolana, prohibida por la Constitución en el artículo 227.
Tener doble nacionalidad es bueno y sano. Amplía la pertenencia al mundo, globaliza y expresa una conexión cultural y espiritual con otros espacios, y en términos pragmáticos abre territorios para aportar, recibir y trabajar. Pero quien cree ser Presidente de Venezuela, pese a todas las virtudes de la doble nacionalidad, no puede tenerla. Viola la Constitución si la posee.
En carta dirigida a Henry Ramos Allup, un grupo de distinguidos venezolanos encabezados por Enrique Aristeguieta Gramcko, Humberto Calderón Berti y Carlos Canache Mata, han solicitado una investigación. Parten del hecho de que Maduro es colombiano por nacimiento de acuerdo a la Constitución de Colombia, y falta comprobar si es venezolano. Los firmantes plantean que “los venezolanos merecen saber si Maduro es “venezolano por nacimiento, y sin otra nacionalidad”, o si está usurpando el cargo”. Si es colombiano, no puede ostentar el cargo que pretende; si tiene doble nacionalidad, tampoco.
Algunos tienen reservas con este argumento porque podría tener resonancias de nacionalismo reaccionario; sin embargo, es un instrumento válido, constitucional, para que un individuo remiso a abrir un camino a la solución de la crisis, se le obligue a eyectarse, por haber cometido fraude a la Constitución de la cual fue entusiasta coautor.