José Luis Méndez La Fuente: Pedro y Pablo

José Luis Méndez La Fuente: Pedro y Pablo

thumbnailjoseluismendezLa situación en que se encuentra actualmente la política española, pudiera apreciarse a simple vista como de normal o típica dentro de los avatares propios de  la formación de un gobierno,  en el sistema parlamentario;  más aún, cuando  ninguno de los dos principales partidos del espectro ideológico español  alcanzó, en las elecciones del 20 de diciembre pasado, una mayoría autosuficiente de escaños para lograrlo. Sin embargo,  una segunda mirada, en profundidad,  a ese panorama político, nos permite ver los peligros que lo amenazan.

Nos referimos a la naturaleza y alcance de los pactos que  pudiera realizar el líder de PSOE, Pedro Sánchez,  encargado como ha sido ya por el Jefe de Estado, Felipe VI,  de  formar gobierno, con el fin de ser Presidente a toda costa y por encima de todo.

Tal como están las cosas, esto es, con posturas enfrentadas entre el  PSOE  y el PP, que no admiten acuerdos entre ellos, para que alguno de los dos gobierne,  pero con socios minoritarios importantes como Podemos o Ciudadanos, que si bien pueden brindar apoyos  directos significativos, no son aún suficientes, no queda más remedio que echar mano de las otras facciones políticas más pequeñas, alguna como es el caso de Izquierda Unida, con apenas dos diputados; aunque dos  votos son dos votos y, al final, suman.





El obstáculo, el verdadero obstáculo a vencer es como obtener los respaldos minoritarios de los grupos nacionalistas regionales en Cataluña y el País Vasco; pero, sobre todo, a qué precio. Y aquí, el precio lo pone el señor Pablo Iglesias, líder prominente de Podemos y de varias coaliciones electorales regionales.

El problema para Sánchez, más allá de su arrogancia y ansias de poder, radica en que sin los votos o abstenciones del PP y de Ciudadanos y solamente con los apoyos de Podemos, carece del soporte necesario para formar gobierno,  lo que lo coloca forzosamente en el camino del diablo y de la tentación.  Un diablo, que en esta ocasión, tiene voz propia en boca de Pablo Iglesias, quien le dice a Sánchez, o simplemente le recuerda a diario lo que tiene que hacer, como por ejemplo, aceptar las cuotas de poder que le pide Podemos  en el nuevo gabinete,  entre ellas, la vicepresidencia  y varios ministerios, así como la exclusión de Ciudadanos  y la participación de Izquierda Unida  en cualquier coalición de gobierno, o la aplicación de medidas y programas del ideario  político de Podemos,

La tentación no es otra que la de cruzar la línea roja, prohibida, de  pactar con los diferentes separatismos del mosaico español. Su propio partido le ha puesto alertas, aunque no ya condiciones,  en tal sentido, y la historia y tradición de Estado, del  PSOE,  lo obligan, en principio, a no cruzarla. Pero el diablo, es el diablo.

Hay compañeros de viaje que pesan como una losa y Podemos es algo más que un peso muerto. Es un socio obligado y obligante, en busca de una simbiosis con el PSOE, que a todas luces le favorece y de la cual Pedro Sánchez, aun conociendo los riesgos, quiere sacar provecho personal, sin importarle las posibles consecuencias para España. Sin Podemos y la ascendencia sobre los grupos separatistas, de Pablo Iglesias, quien prometió referendos a catalanes y vascos en su campaña electoral,  la investidura de Sánchez luce imposible y eso lo saben tanto Pedro como Pablo. Pero ambos  saben  igualmente,  que Pablo juega con ventaja, pues en el caso de que la investidura de Pedro se frustrase, el escenario  de unas nuevas elecciones beneficiaría más a Podemos que al PSOE, con la posibilidad cierta de que Pablo fuese el próximo candidato de la izquierda española  para ocupar la Moncloa.

En resumen, que Pedro Sánchez tendrá  que hacer malabares para materializar esa  investidura, pues de lo contrario desaparecerá del mapa político. Además, deberá convencer a los jefes locales de su propio partido y a los españoles, en general, de que su investidura, de llegar a alcanzarla, es el producto de unas alianzas y acuerdos transparentes, en los cuales no se traicionaron, ni vendieron, los principios soberanistas del Estado español, ni su unidad territorial, así como tampoco los valores que han venido animando al  PSOE desde su fundación,  los cuales deben  estar presentes en cualquier nuevo gobierno socialista, aun de coalición.

Los caminos de Pedro y Pablo se cruzan en momentos en que los viejos fantasmas del separatismo y de los compartimientos estancos, resultado, estos últimos, de la superposición de los intereses particulares y grupales sobre los nacionales de España, a que hacía referencia Ortega y Gasset, hacen su aparición nuevamente en la política española, con un rol protagónico.

Mientras tanto, Pablo defiende su idea de Estado o “realidad plurinacional”, con todos los peligros que conlleva, incluida la potencial “balcanización” de España, y Pedro juega con las palabras, ofreciendo una constitución federal, no obstante que la vigente ya establezca, bajo el ropaje de las autonomías, un federalismo singular.

Lamentablemente, una cosa es segura dentro del escenario de incertidumbres que se presenta para España, en el caso de que Pedro y Pablo lleguen a cristalizar sus aspiraciones, y es que ningún gobierno conformado con una variedad de partidos que tienen ideologías diferentes e incluso objetivos e intereses contrapuestos, con el PP y Ciudadanos en la oposición, podrá mantenerse a flote por mucho tiempo. Y esto, Pedro y Pablo, también lo saben.

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