El Carnaval es una fiesta popular. Una celebración que tiene lugar antes del inicio de la cuaresma; es una fiesta que combina elementos como disfraces, comparsas, desfiles pero todo en la calle. Una fiesta de diversión y alegría protagonizada por el rey Momo, que no es más que el Dios de la Burla y la Lujuria. Famoso por divertir a los Dioses del Olimpo con sus agudas críticas y mímica grotesca.
Pues aquí en Venezuela, ya estamos en carnaval, y al igual que en otros sitios del mundo también lo celebramos, solo que con algunas peculiaridades. Este año 2016, producto de la crisis que enfrentamos, la situación en Venezuela es un tanto grotesca. Con o sin rey Momo, basta dar un paseo por las calles de la ciudad para darnos cuenta que no importa de que época del año se trate, continúan las largas colas para adquirir los productos de primera necesidad. La escasez es cada vez más brutal, la intolerancia está a la orden del día y la gente está que ya no da más. Con el agravante que ya ni para los disfraces alcanza el dinero, por que pasaron de ser un lujo, por lo que su adquisición la dejaremos a la creatividad, cosa dicho sea de paso, que a los venezolanos les sobra.
El Carnaval con Maduro en el Gobierno se acabó. Ya no abra fiesta ni caramelos, ni compartir ni disfraces ni comparsas en las calles. En cambio lo que si habrá de sobra son las protestas por la escasez, la inseguridad, el colapso de los servicios básicos, y la desidia y el abandono, en la cual estamos sumidos. Aún me sorprende, por qué resulta insólito que un país tan rico como Venezuela, un país petrolero como consecuencia de la implantación de un sistema de Gobierno anacrónico, que no funciona y de las políticas económicas equivocadas; hayamos devenido en este maremágnum de desastre que hoy en día padecemos todos. Pero más insólito aun es que al Gobierno parece no importarle o afectarle la situación porque a pesar de todo lo que pasa, Nicolás sigue empecinado en regalar nuestro Petróleo, mientras la gente continúa disfrutando, “a decir de ellos”, en sus colas de sufriendo humillaciones y penurias y desgastándose, luchando por obtener un kilo de harina o azúcar, algunos muriendo de mengua en los hospitales por la escasez de medicinas y otros víctimas de la delincuencia.
Así las cosas, frente a esta dantesca situación, esta semana tuvo lugar un acontecimiento inédito e importantísimo. El empresario Lorenzo Mendoza, imagino angustiado como estamos todos y en un intento por asesorar y darle un poco de luz a Maduro, de manera generosa hace 7 propuestas bien concretas para salir de la crisis económica, a saber:
1.- Que el Estado reconozca la deuda a los productores de materia prima e inicie un proceso de refinamiento.
2.- Que el Ejecutivo busque y acceda a financiamiento internacional.
3.- Creación de un fondo de Emergencia.
4.- Ajustar precios regulados.
5.- Pasar a un programa de recuperación a las Empresas del Estado.
6.- Destinar parte de su producción a programa sociales.
7.- Recuperar el campo venezolano fortaleciendo la producción agrícola.
La reacción del Gobierno, no se hizo esperar. Nicolás ofendido acusó a Mendoza de haberle declarado la guerra económica al país, lo llamó traidor a la patria y bandido y le aconsejó que si no podía con sus empresas que se las entregara al pueblo. Lamentable esta postura del jefe de gobierno, absolutamente irrespetuosa, postura que no suma, que no presenta contrapuesta alguna, desprovista de humildad, allí no hubo un mea culpa, ni la contrición de corazón, ni el propósito de enmienda, que ante la situación de crisis todos esperábamos. Contrariamente, arremetió violentamente contra el empresario, bien dice el dicho “La violencia es el arma de los que no tienen la razón”.
La realidad inocultable es que estamos en el peor momento de nuestra historia. Un gobierno que nos ha puesto el disfraz frente a los ojos del mundo: el país más violento, más corrupto, el país donde nadie quiere ni le interesa invertir, el país donde no hay justicia ni libertad de prensa, ni de expresión, ni para manifestar. El peor país de la faz de la tierra. Y la verdad eso no es así. Frente a esta mascara que nos han puesto tenemos otra cada vez que contemplamos nuestros paisajes, la ciudad a los pies del Ávila majestuoso, lo que queda de bueno en la gente, nuestras playas, el cielo, y todas las cosas buenas que aún no han podido destruir ni enmascarar la verdad es que tenemos una Venezuela grandiosa, con un gobierno infame.
Estamos a punto de despertar, sugiero no nos menosprecien porque los venezolanos no somos tontos toda vez que nos hemos dado cuenta que ya las máscaras y antifaces están listos en su lugar, para de esta manera y a escondidas, a espaldas del pueblo, hacer lo que les da la real gana… porque ya estamos en Carnaval. A ponerse las alpargatas, porque lo que viene es Joropo.
MARIA AUXILIADORA DUBUC
@mauxi1