De repente, nos sorprendemos silbando –¡si no nos gusta nada!– un reggaeton que hemos escuchado en la radio. Calma, reiniciamos, pensemos en otra cosa… Pero a los dos minutos, nuestras neuronas vuelven a bailar a su son. Este fenómeno se llama gusano auditivo –earworm–, y el neurólogo recientemente fallecido Oliver Sacks lo comparaba en su libro Musicofilia “con un tic o un ataque”.
Una vez despertada la bestia con un sonido afín o una asociación mental, el “neurogusano” puede torturarnos a placer durante horas. Algunos psicólogos creen que el cerebro trata así de completar una melodía inconclusa, y otros opinan que es una manera de que la mente siga trabajando mientras está ociosa.