Alucinan en su fracaso. O, mucho peor aún: pretenden hacernos alucinar su fracaso. No es el Quijote, hermosa representación de la locura y de la burla abierta de los libros de caballería, extraviado visionario enjuto de luchadores molinos que lo acosan. Es una vulgar representación del embuste rastrero, de la engañifa manipuladora de bobos inexistentes; sustitutos, para ellos reales, de los peleones molinos quijotescos. Pero los bobos se acabaron hace tiempo. La claridad reluce en esta tempestad abierta.
Escucho una vocera de las engañifas, nada importante, como no sea en la tarifada acción que a diario acomete en una emisora comunal. La oigo, así, de pura casualidad, en una tarde carnestolenda y abúlica, en casa ajena, bajo el sopor de estos días secos. Es ordinaria. Este parece ser un requisito fundamental para contratar locutoras comunales. Se dice enviada oficial y gobiernera para atender en los Altos Mirandinos las múltiples necesidades campesinas: perforaciones de pozos (donde hay agua, porque, según ella misma reconoce, también les ha ocurrido en diferentes oportunidades perforar y perforar para luego cerciorarse de que allí donde hunden el topo metálico nada sale luego, que cosas), maquinarias para los sembradíos, que se turnan de un espacio a otro, según las prioridades y los requerimientos. Y lanza su cháchara de la ya manida y remanida “guerra económica”. No dejo de pensar en Steven Spielberg, en galaxias, en choques violentos con armas de última generación y movimientos superiores en el espacio. Me extravío también, sin dudas, para quitarme de encima el ronroneo de la charladora.
Ofrece ayuda a los camaradas que siembran, a cambio de que oferten sus cosechas para colocarlas a precio justo, muy justo, en los expendios populares. Porque no puede ser que les den la ayuda gubernamental y luego quieran comercializar ganando. Así les pasó con los productores de huevo de quien sabe cual poblado donde se les ayudó y vendieron ñemas sin precio justo, ganando, dice.
Lo peor de lo que dijo, buscando alguien que quizá le haya creído, aquí en Paracotos o en los alrededores atentos a sus monsergas comunistoides, es que así se plantea el gobierno y el alcalde de Guaicaipuro triturar la guerra económica, vencer o morir en este intento contra el imperialismo.
Esta ordinaria locutora, enchufada y parlera, negociante de la pobreza, es el reflejo de la fantasmagórica guerra que le quieren hacer creer a los campesinos, a las amas de casa, a todo aquel que, tal vez en busca de despistarse de la doliente realidad y con ánimo de desgarrarse más con ella, enciende un aparato radiofónico.
Y es ella, la locutora engañifadora, la que nos subsume en realidades alternas, porque la señora de la casa que visitaba, buscaba información sobre la cantidad de muertos que en este carnaval había habido en Paracotos, cinco, diez; nadie sabe aún cuántos ni cómo ni por quiénes ni por qué, y de eso la emisora comunal no mencionó nada, ocultando o pretendiendo ocultar la palpable vida real del día a día, con los fantasmas de una guerra económica para ilusos.
Si de verdad una guerra económica fuera, la perdieron con todo el poder y el billete en sus manos. Así no merecen gobernar, haber gobernado, seguir gobernando; ni que pongan al fantasma del Obama nuestro, carnavalesco como luce, movedor a burla, en procura de una imagen de negociación con olor a pueblo que no tienen ya ni de lejos.
Se llenan los bolsillos y la boca procurando engañar, pero la realidad no se burla con estupefacientes hablados ni siquiera en cadena nacional para durmientes. Allí está. Allí estará esperándolos en su caída libre. Luego, necesaria y tardíamente, tendrá que llegar la recomposición de todos estos entuertos. Esperamos la luz.
wanseume@usb.ve