El empeño ya inercial de mantener el actual modelo de controles-regulaciones-corrupción-supresión de la empresa privada pese a la constatación dramática e inocultable de su fracaso e inviabilidad en el tiempo, remite sin duda a un gobierno secuestrado por una pulsión suicida y una irresponsabilidad cuya persistencia van colocando al país en una situación preocupante en el plano de la gobernabilidad y la convivencia política.
Ya no hay anuncio que valga. La magnitud del drama cotidiano de los venezolanos es directamente proporcional al grado de disociación y podredumbre que parece ya dominar el círculo de quienes intentan ejercer el poder en el país a estas horas. Es intento, porque el respaldo de las armas, o de esa instancia judicial que es el TSJ, devenido brazo cómplice y partidista de un empeño cada día más infructuoso de someter una nación a la miseria, parece no ser ya suficiente ante el malestar social y económico que su delirio colectivista de rapiña ha generado estos últimos años.
El desconocimiento de la Asamblea Nacional, de múltiples formas manifestada y por expresarse por parte del Ejecutivo, nos traslada a escenarios inmediatos donde la palabra “dictadura”, se despoja de disfraces retóricos para hacerse condición y afán, en quienes desde la boliburguesía militar y civil, se aferran al poder y al control del país.
Ello, ha llevado a la oposición, (¿Y a factores dentro del chavismo?) a debatir abiertamente sobre los mecanismos políticos y constitucionales que conduzcan a la salida de Miraflores de Nicolás Maduro. Puede preverse sin duda, que el gobierno hablará y actuará señalando cualquiera de estas acciones como subversivas y golpistas.
En este cuadro de enfrentamiento de poderes, de choques políticos e institucionales, la economía continúa su deterioro. Se hace común denominador en el clima nacional, un deseo de superar esta trágica administración, un anhelo mayoritario de olvidar esta dañina ambición de poder. Amanecerá…y ¿Veremos?
@alexeiguerra