Obvio que era previsible que el TSJ sería el principal instrumento del gobierno para intentar anular la acción de la Asamblea Nacional. La designación en un proceso apresurado incumpliendo con disposiciones constitucionales y legales de los nuevos magistrados, después de apresurar y forzar jubilaciones, obedecían precisamente a que ya se habían paseado por la posibilidad de perder la mayoría en el órgano legislativo.
No imaginaban que las fuerzas agrupadas en la MUD obtendrían la mayoría calificada de dos tercios, por ello apelaron a la trampilla de impugnar los diputados del estado Amazonas.
Ahora la más reciente demostración de obsecuencia del tribunal al poder ejecutivo, es la decisión sobre la emergencia económica; empleando diversos artilugios, para nuevamente forzar una decisión al margen de la Constitución y las leyes. Sin el menor recato, sin el mínimo intento por guardar las apariencias, muestran su disposición de estar dispuestos a todo para cumplir con los designios del gobierno. No les importa enfrentar a un poder legitimado por la voluntad popular muy recientemente, siendo ellos electos en un proceso de segundo grado sumamente cuestionado, demostrando así su desprecio por la regla de oro de la democracia.
Al instalarse la Asamblea -hace poco más de un mes- la oposición manifestó su voluntad de no propiciar una confrontación entre poderes, sin embargo la confrontación está planteada y en las actuales circunstancias es imposible eludirla. El gobierno que formalmente reconoció los resultados electorales del seis de diciembre, en la práctica los desconoce cuando ignora las facultades del poder legislativo y usa el control que ejerce sobre otro poder para ignorar la voluntad soberana expresada por los venezolanos.
La confrontación es un dato de la realidad, un elemento político que se añade a la grave crisis que atravesamos en lo económico y social. Ya ni las posturas más conservadoras imaginan un desenlace en tres años, los tiempos parecen acortarse, la situación tiende a agudizarse cada vez más, la galopante inflación, la inmensa escasez de alimentos y medicinas, junto a la crisis de los servicios,conforman un cuadro que tienen a la mayoría del país al borde de la desesperación.
No se trata sólo de la mayoría que se expresó en diciembre, el descontento trasciende a densos sectores que comienzan a exigir una respuesta a la conducción opositora. Se están promoviendo iniciativas desde campos que antes acompañaron al oficialismo, donde existe la convicción que para salir de la crisis es necesario el cambio de rumbo y que Maduro y sus acólitos, no están en capacidad de producir el viraje necesario. En ellos también está presente la necesidad del cambio político.
La Mesa de la Unidad se ha comprometido ha seleccionar la ruta constitucional, democrática y electoral, desbrozar el camino para alcanzar el objetivo. Retomar la iniciativa, tomando en cuenta los tiempos constituye una imperiosa necesidad para las fuerzas democráticas. La capacidad, el ingenio, la perseverancia, resiliencia y destreza demostrada en el diseño de una estrategia política exitosa, es una exigencia que debe ser renovada, para colocarnos a la altura de la nueva situación.
Hay algunas claves para recorrer con éxito la ruta que adoptemos; mantener y consolidar la experiencia unitaria, actuar con tal amplitud que posibilite la incorporación de nuevos elementos a la lucha democrática, concentrar los esfuerzos sin desviarnos del objetivo planteado y desplegar toda nuestra imaginación y creatividad en la acción inmediata. Si así lo hacemos sin sobrestimarnos, ni subestimar al adversario podremos alcanzar la victoria y nos colocaremos -lo afirmamos sin exagerar- a la altura de una verdadera exigencia histórica.