Escribo esto, porque más que el día de San Valentín es el de la valentía en un país donde la violencia gobierna.
Con sus cúspides de angustia
Donde se levanta el rocío de pobreza
Amanece al descubierto el dolor
Que no sabe de amores clandestinos.
Vapores fríos se van despertando por el sol
que se posa sobre las planicies de zinc,
Mientras el cartón se acompleja
Insociable por el agua.
Fogones despiden esmirriadas
chimeneas de hambre
mientras los niños lloran
porque no pueden cantar,
el apetito no tiene acordes ni sabe de
partituras.
La pistola es la llave que
abre ese reino infernal
donde Dios colgado
en la pared de lata,
Se rinde ante la furia
de quien tiene más charreteras
de muertes colgadas en su pecho.
Sin confesar que ha pecado ordena
La expiración, que abras toda la cárcel, la calle, para dar
Paso al desfile de violencia que invade
La paz que se esconde en su patio de letrina.
La esperanza perdió el sorteo en la ruleta
Y la bala amarga relampaguea con luz de neón
Y una copla de sirena
te hace correr hacia ninguna parte.
Se escucha la letanía de los que
Ostentan ser portadores del mensaje del señor,
Quien yace muerto no puede entender nada,
Quien se resiste a morir le cuesta creer,
Los dueños de la vida rezan, oran, se persignan
Y matan aliviados por el poder de Dios.
Amos del rancho, de tu respiración, de tu virginidad
Y tu hombría se arrodilla ante las mudas de pompa
Que cubren el esqueleto del que manda por
obra del poder de la furia.
La guarida es la impunidad
el amparo es la quietud
Para saber morir sin justicia
Porque la defensa falleció antes que tú,
Arriba, en la vereda, en el callejón,
Aferrado al pasamano
y enchumbado en la quebrada.
Abajo, en el redondel de la plaza, en el
Norte, sur, oeste o este del bulevar
Donde se paró la buseta
que trasladaba tu cadáver viviente.
Si no hay luz de justicia el eclipse lo cubre todo
Está oscura tu fe, se desvía tu oración hacia
El rito donde un gato negro se comió los 12
Mandamientos.