Elizabeth Loftus es una psicóloga estadounidense que ha dedicado décadas a estudiar cómo puede ser modificada la memoria humana. Según Loftus, ciertas técnicas pueden llevar a un individuo a “recordar” fantasías y hechos que nunca ocurrieron. “La memoria funciona como una página de Wikipedia. Puedes ir y cambiar tus recuerdos, pero también otras personas pueden hacerlo”, afirma, poniendo como ejemplo experimentos en los que se simula una colisión de vehículos en una calle cualquiera, y se le muestra a las personas que viven cerca fotos de la colisión, y un alto porcentaje “recuerda” incluso haber visto vidrios rotos en el sitio en que supuestamente ocurrió el hecho.
Héctor Torres / El Cambur
A eso lo llama falsa memoria, o falsos recuerdos.
Yo nunca he tenido perros. Pero hay una escena que recuerdo con frecuencia en las casas de amigos y conocidos que sí tenían: la gente terminando de comer y dándole de lo que comieron a sus mascotas. Gente humilde que tenía en sus casas sus leales cacris, a los que tenían por puro cariño pero no porque pudiesen dedicarle una asignación presupuestaria a sus necesidades. Gente que jamás pisó una tiendas de mascotas. El plato era cualquier plato viejo de plástico. La comida, lo que hubiese. La mayor atención que tenían para con el animal, era comprarle huesos en la carnicería para que royeran.
Los perros compartían ese “lo que haya” del día a día.
En ese mundo de gente que jamás pisó una tienda de mascotas, ¿cabía comprarle al animal un alimento específicamente diseñado para su alimentación? La respuesta es no. Los alimentos para mascotas siempre han sido caros. Eso lo sabe cualquiera que ha tenido perros.
¿De dónde saca entonces el gobierno esa campaña, que repiten sus feligreses, según la cual la gente antes comía Perrarina? Si los pobres no podían comprarla para sus mascotas, ¿la iban a comprar para ellos? En mis recuerdos de infancia, ni los pobres que tenían perros compraban Perrarina.
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