Toda nuestra historia republicana ha estado signada por una pugna de quienes promueven, abierta o solapadamente, el centralismo y quienes han estado convencidos de que el mejor camino para lograr gobiernos cercanos a la gente, que tengan competencias y recursos para resolver los problemas grandes y pequeños de la patria, es la descentralización. No tengo dudas en afirmar que esa pugna ha sido ganada, para desgracia de Venezuela, por el centralismo. Diversos gobiernos anteriores, dirigidos en su mayoría por gente de provincia, han estado signados por esa resistencia a transferir herramientas a gobiernos estadales, locales y comunidades organizadas como mecanismo para lograr la solución de los problemas donde los problemas se producen.
Es tan útil e importante la descentralización, que cuando en febrero de 1989 se produjo el estallido social conocido como El Caracazo, el poder público, buscando la oxigenación de la democracia, inició un proceso que estuvo orientado hacia la elección directa de gobernadores y alcaldes y hacia la descentralización, delimitación y transferencia de competencias del poder público nacional hacia estados y municipios. Y esos hechos dieron un impulso interesante a las entidades subnacionales, que se convirtieron en espacios con liderazgos, competencias y recursos suficientes para producir bienes y servicios que mejoraron la calidad de vida de nuestros pueblos. Fue esa una buena década para las regiones y municipios. La gente tenía claro el rol de sus gobernantes y estos tenían herramientas para responder a las exigencias del pueblo.
La Constitución de 1999 define, desde el preámbulo, a Venezuela como un Estado Federal Descentralizado, establece que el gobierno venezolano “es y será siempre” descentralizado, asume la descentralización como política nacional y da a la Asamblea Nacional la competencia de atribuir a Estados y Municipios determinadas materias de la competencia nacional a fin de promover la descentralización. Pero en la práctica, no ha habido, en toda nuestra historia republicana, un gobierno más centralista que este. Este gobierno, ya demasiado largo a sus 17 años, ha llevado la centralización a niveles inaceptables. No sólo se ha empeñado en concentrar todas las competencias y recursos en manos del Presidente de la República, sino que ha hecho esfuerzos para acabar con nuestra forma de estado, en favor de un estado comunal que no tiene pies ni cabeza. Primero intentó reformar la Constitución para crear ese estado comunal y, al ser esa propuesta rechazada por el pueblo, violando la Constitución, comenzó a dictar leyes orgánicas para aprobar por esa vía lo que ya el pueblo había rechazado. El objetivo de este gobierno es acabar con gobernaciones y alcaldías y crear una nueva forma de estado signada por un poder central omnipotente y organizaciones de base vinculadas directamente a ese poder central, partidizadas, ineficientes y dependientes.
El centralismo ha hecho estragos con nuestro país y con sus oportunidades. Que el presidente de la república administre el 92% de los recursos de nuestra nación, mientras que el 8% restante sea administrado por 23 gobernaciones, un Distrito Capital y 335 municipios, constituye una demostración de cómo no debe administrarse un país. Cada vez que discutimos un problema en la Asamblea Nacional, recordamos que está pendiente asumir la descentralización en todas sus dimensiones. Cuando escuchamos que hay crisis en la justicia, en las cárceles, en la salud, en la seguridad, en servicios públicos como el agua o la electricidad, nos preguntamos ¿Por qué no han creado las cortes regionales? ¿Por qué acabaron con la justicia de paz? ¿Por qué no han regionalizado, municipalizado o privatizado las cárceles? ¿Por qué no han respetado las competencias del municipio en materia de atención primaria y preventiva en salud? ¿Por qué han intervenido policías municipales? ¿Por qué no han municipalizado la distribución de agua? ¿Por qué centralizaron el servicio eléctrico? Todas estas decisiones han violado la constitución y la ley y han alejado del pueblo la solución de sus problemas. Este país va a cambiar de presidente, pero también tiene que cambiar de modelo. Asumamos la descentralización y Venezuela estará mucho mejor.