Luego de que el Estado Islámico se adjudicara la autoría de los ataques en el aeropuerto y la estación de metro de Bruselas y haya amenazado con atentar contra otros países por su participación en la coalición internacional que intenta acabar con el grupo terrorista en Irak y Siria, el temor de que se puedan replicar ataques como los del martes en suelo estadounidense pica y se extiende.
ISIS prometió “días negros” para los países que encabezan la lucha contra el grupo en un comunicado, asegurando que “lo que viene es peor y más amargo”. Y Estados Unidos, como cabeza de la coalición, es objetivo terrorista por excelencia.
Agentes de contrainteligencia han indicado que es poco probable que se puedan utilizar mecanismos similares a los usados en la capital de Bélgica en el territorio nacional. Argumentan que Estados Unidos está separado por un océano del territorio en el cual luchan los extremistas y pocos ciudadanos han viajado hacia esos países.
Pero los ataques de este martes han puesto en evidencia un área vulnerable de los aeropuertos. Donde los pasajeros chequean sus vuelos y dejan sus maletas facturadas. En estos lugares la acumulación de personas es importante, por lo cual, especialistas de seguridad global se sienten extrañados de que los terroristas no hubiesen atacado de esta forma anteriormente.
Luego de los ataques del 11 de septiembre, los aeropuertos en Estados Unidos y Europa gastaron billones de dólares en aumentar la seguridad a los pasajeros para prevenir el secuestro o ingreso de personas con bombas a los aviones y luego convertirlos en misiles gigantes.
Desde entonces los pasajeros deben pasar por extensas líneas de revisión hasta llegar a las puertas de embarque. El problema se presenta en el área previa a estos chequeos de seguridad: donde se entrega el equipaje, los estacionamientos del aeropuerto y las zonas de desembarque de pasajeros, todos abiertos al público general y con poca seguridad.
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