Todo comenzó el año 2012. Por aquella fecha la venezolana Helen López Vázquez acababa de dar a luz en Madrid a su primer retoño, un alegre acontecimiento que se cruzó con una llamada urgente desde Caracas anunciándole la triste noticia de la muerte de su suegro. Sin pensarlo dos veces, viajó de inmediato. Ya en Venezuela, con el duelo a sus espaldas y un bebé en sus brazos, la invitan al Salón Gourmet.
Por ÚRSULA O’KUINGHTTONS / El Nuevo Herald
Allí, “en medio de todo el desastre que ocurre en el país, me encuentro con una sorpresa”. Un aliciente de vida y esperanza de que, aunque haya escasez de insumos básicos, éxodo de venezolanos al extranjero, el país mantiene esos sabores y olores que tanto disfrutó de pequeña. Un recuerdo que la empuja a llenar la maleta con tabletas de chocolates para demostrar a sus compatriotas de que en Venezuela siguen existiendo cosas buenas.
De regreso en Madrid, y en plena crisis económica, Helen empieza a divulgar lo que está pasando con el chocolate venezolano. Espontáneamente se transforma en su embajadora. Y comienza a realizar catas para sus amigos venezolanos, que, a su vez, llevaban amigos españoles. Incluso hubo gente que le decía para qué hacía catas de un país tan complicado. Hubo mucha reticencia en un principio. Pero nada impidió de que Helen, de 36 años, detuviera ese calor que sentía dentro del corazón.
Sin embargo, llegó el momento en que empezó a necesitar de más materia prima para seguir con la promoción ya que el chocolate venezolano aun no se vendía “oficialmente” en España. Así que rápidamente comenzó a mover su maquinaria de contactos e informalmente se asoció con el dueño de un negocio de chocolates, Chocolates El rey, en el aeropuerto caraqueño de Maiquetía.
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