María Fernanda Muñoz: El mejor país del mundo

María Fernanda Muñoz: El mejor país del mundo

thumbnailcolaboradores-190x130El mundo nos conocía: éramos la envidia del globo. Duélale a quien le duela. Hemos tenido más de una razón para sentirnos orgullosos de llamarnos venezolanos. Todos saben de nuestras coronas universales. El mundo sabía de nuestro talento humano. El copete del ‘Puma’ es conocido en los más recónditos lugares. Tenemos la tierra de los ‘Avatar’ que es el mismo lugar de retiro del amor más hermoso que Disney haya podido contar. Por encima y por debajo del nivel del mar, podíamos sentirnos en el paraíso, llámese ‘El Ávila’ o ‘Los Roques’.

¿Qué nos quedó de eso? Luego de cientos de políticas arcaicas ¿Qué nos han dejado? … Nos dejamos arrebatar hasta el pabellón: el tricolor y el gastronómico. Solo las tres últimas campañas electorales nos recordaron que esa bandera, ante la que deberíamos ponernos firmes cuando la vemos, era de todos. Olvidamos que cada día feriado, ese tricolor, debía ser izado en el frente de la casa. O que las caraotas no deben venir del Oriente Medio…

Nos sentimos inferiores ante el mundo, cuando lo único que han hecho es reconocer nuestras maravillas. Teníamos “el mejor desayuno” y lo exportamos. En múltiples lugares, en diversos continentes, pueden degustar de una exquisita ‘reina pepia’. Pero en Venezuela nos quedamos hasta sin ‘la viuda’. Y nos dejamos. Porque si no hay harina, comemos yuca. Así somos, conformistas.





La única fuente de energía capaz de regenerar la capa de ozono ¡Te la Tengo! Uno de los fenómenos naturales más importantes que no hemos disfrutado. Nos suena tan igual o ni siquiera resulta familiar. La caída de agua más alta del mundo que no podemos conocer, por los altos costos de hacer turismo dentro del territorio. ¿Qué sabemos de eso? “Algo he escuchado… Me pareció oír algo”.

Éramos los más felices… o así nos creían, hasta que se nos cayó la fachada. Escribir estas líneas imprime en mí una gran nostalgia. Me hizo recordar porque evitaba hablar de una realidad que me aflige. Porque leer los encabezados hace que cada día olvide el país que creí conocer. Y créanme, yo no nací en la mejor época de Venezuela.

Y vuelvo a preguntar ¿Qué nos quedó de eso que fuimos? ¿En qué momento nos convertimos en el país más violento del mundo? Quizás en el momento en el que asimilamos que “El que tiene dos, que regale uno”. O quizás en aquella vez que reímos al ver que en cadena de radio y televisión, el difunto, despedía con un pito, a diestras y siniestras para reestructurar la “PDVSA de todos”. Luego de 13 años, podemos llamarla cariñosamente “La segunda petrolera con más deudas. Sí, a la mismita que fundó la OPEP.

No llegamos aquí por culpa del “intergaláctico”. O no solo por él. Nos degeneramos como nación desde que nos dejamos de llamar pueblo, por sentirnos degradados. Nos mofamos de una porción de país que coreaba “Con hambre y desempleo, con Chávez me resteo”. Desde el momento que permitimos que el título de “escuálidos” definiera a la mitad de la población.

¿Y entonces qué?

…Yo no quiero un mejor país, porque este que tengo, donde nací, donde parí, es y será el mejor del mundo. ¿Qué quiero? Mejores venezolanos. Una población que merezca esta maravillosa y privilegiada tierra. Con o sin petróleo, seríamos una potencia. Sin capital humano, es imposible. Muchos han emigrado y no los juzgo, por el contrario. Sé que quienes lo han hecho, pondrán el nombre de Venezuela por todo lo alto. Lo llevarán con orgullo y recuperarán nuestra buena reputación. Siento una increíble nostalgia cada vez que veo a talentosísimas compañeras de estudios, relatar sus anécdotas fuera de casa. Quienes seguimos aquí, tenemos el compromiso de ser los ciudadanos que este país merece.

Por eso mi campaña para que dejen de botar basura en los buses, seguirá activa. Y no dejaré de dar un “Buenos días”, “Gracias” o un “Hasta luego”. No dejaré de promover nuestras bellezas naturales. No dejaré de creer en la bondad de mi gente, aún cuando nuestros titulares, apuesten en contra. Porque mi abuela me enseñó que de granito en granito, se llena el buche la gallina.

El cambio que queremos, está dentro de cada uno de nosotros por más trillado que suene. Las naciones tienen los gobernantes que merecen. Y solo cuándo lo comprendamos, llegaremos a disfrutar de este, el mejor país del mundo.