En tiempos de revolución, la muerte y la violencia no toman vacaciones, ni conocen días santos. El Domingo de Ramos apareció una noticia que luce espantosa, si la vemos en perspectiva. Decía la reseña: ¡Se impone el hampa! Ofrecen dólares por cada policía que asesinen. “El Lucifer” el nuevo líder de “Los Sin Techo”, logró unir a las bandas de El Cementerio y está ofreciendo pagos en dólares por cada funcionario de seguridad que caiga…”. Obviemos el pago en divisas, moneda a la que sólo tiene acceso el gobierno y el narcotráfico -cuyas fronteras son muy difusas, por cierto- y destaquemos que ya no solo es la ciudadanía en riesgo, ahora quienes deben garantizar la seguridad están en la mira y hay recompensa por su cabeza. Este es un signo inequívoco de carencia de autoridad: un país sin ley, donde la capacidad del gobierno para poner orden es tan precaria que bordeamos los límites de la anarquía. Son cotidianos los linchamientos y la violencia extrema. “Ese país no es nuestra Venezuela”, decía Henrique Capriles a propósito de un ser humano que era quemado en las calles. La espeluznante escena de los jóvenes policías asesinados en Táchira por otros muchachos que los arrollan sin tocar el freno, es motivo de reflexión. ¿Qué nos está pasando? Vivir en un país donde reina la injusticia y la impunidad, donde la vida pende de un hilo y no hay gobierno, es como un abismo sin fondo, cada vez más oscuro. ¿Hasta dónde vamos a llegar?
Viene a nuestra memoria la célebre Teoría de la Ventana Rota (Philip Zimbardo, Stanford University) para explicar el contagio de conductas incivilizadas en la sociedad. La indiferencia ante detalles como una ventana rota nos dice “nadie cuida esto, puedes romper ventanas”. Y si quien las rompe es el encargado del orden, no existe razón alguna para que cualquiera lo haga. La trágica realidad de hoy puede tener muchas explicaciones pero una es determinante: la impunidad propiciada por un gobierno con vocación delictiva que irrespeta permanentemente las leyes, abusa del poder y es el principal promotor de la violencia. Nada podemos esperar si quienes deberían dar ejemplo de orden y respeto, son los corruptos y violadores de DDHH que mantienen una íntima relación con colectivos armados o grupos irregulares como las FARC y hasta son señalados como presuntos narcotraficantes, sin que exista el menor indicio de justicia pues los responsables de impartirla son cómplices de la barbarie. Delinquir sin temor al castigo es el ejemplo. Pero cuando se quiebran las referencias morales, la ética y las normas que garantizan la convivencia; entonces se deteriora aceleradamente el tejido social, se pierde el orden y la propia comunidad.
En fin ¿Alguien cree que con este gobierno es posible frenar al hampa y recuperar la tranquilidad, seguridad y calidad de vida que nos merecemos? En esta hora angustiante y tenebrosa, donde el futuro se nos deshilacha, la patria se desangra y vive un luto permanente, solo puedo pedir a cada quien que responda desde el fondo de su corazón y actúe en consecuencia. Mi conclusión es que la primera tarea que tenemos como ciudadanos y como hijos de esta hermosa tierra, es cambiar a este gobierno… Y ojalá no insistan en cerrar los cauces democráticos y termine siendo la calle el único escenario para la supervivencia y la esperanza. Dios bendiga a Venezuela
Twitter: @richcasanova
(*) Dirigente progresista / Vicepresidente ANR del Colegio de Ingenieros de Vzla