El giro de 180 grados de la relación entre EEUU y Cuba tras décadas de enfrentamiento es el evento reciente más importante de la geopolítica regional. Son múltiples los elementos que explican tal giro y que diferentes analistas han expuesto. Para no andar con rodeos, apuntemos de una vez a uno de ellos que consideramos central: el acercamiento entre ambos países fue posible porque el Presidente de EEUU es el “negro” Barack Obama.
Precisamos hacer una necesaria digresión. Al disputar Obama la candidatura presidencial en 2007, la izquierda americana para descalificarlo le acuñó el despectivo sobrenombre de “el títere de Brzezinski”. Con ello querían decir que Obama era una especie de monigote-vocero de las tesis de quien fuera Comisionado de Seguridad Nacional de Jimmy Carter de 1977 a 1981 y adversario intelectual sin par del totalitarismo soviético durante la guerra fría. Recordaban que esa relación habría nacido entre 1981 y 1983 en la Universidad de Columbia, cuando el nativo de Hawai, Obama, era estudiante de derecho y el nativo de Polonia, el profesor Brzezinski, era Director del Instituto de Estudios Comunistas.
Una prueba de la relación “ventrílocuo-títere”, se señalaba, era que una de las ideas más importantes de Brzezinski en política exterior -su implacable crítica desde 2002 a la invasión a Irak de Bush porque “fomentaría el antiamericanismo en el medio oriente”- el candidato Obama la habría convertido en su principal promesa electoral ofreciendo a los votantes retirar las tropas americanas de aquel país. Recientes decisiones de la administración Obama en el Medio Oriente confirman el peso de sus opiniones favorables al uso del “poder blando” de los EEUU: la suspensión del ataque militar de EEUU a Siria y en el acuerdo nuclear con Irán.
La Perspectiva de Brzezinski sobre el problema racial (antes de Obama)
Profundicemos en los orígenes de la estrecha relación de Obama y Brzezinski, que no es de títere, por supuesto, y dejemos a la izquierda con su antiimperialismo suspirando por el mundo que desapareció con la URSS. Para ello hay que retroceder en el tiempo hasta 1970, cuando Brzezinski publicó su extraordinaria obra “La Era Tecnotrónica”. Dicha obra tiene sorprendentes planteamientos de los cuales mencionaremos, sin analizar, dos: por un lado, es pionera en el intento de analizar los desafíos de EEUU como primer país tecnotrónico del mundo (expresión que considera más apropiada que la de país post-industrial de Daniel Bell) y, por el otro, diseña en términos gruesos la hoja de ruta para el enfrentamiento, vía coexistencia pacífica, que por la supremacía planetaria EEUU libraría por décadas con la Unión Soviética. La mente brillante de Brzezinski al servicio de su país adoptivo fue un factor que contribuyó al triunfo de EEUU en la guerra fría.
Pero para no desviarnos del tema y calibrar la talla intelectual de Brzezinski traigamos a colación la suprema importancia que le da en el mencionado libro al problema racial y a la necesidad de encausar su resolución, ya que consideraba que lo que estaba en juego era: “el progreso o el desastre de las relaciones raciales en Estados Unidos”.
Comienza el autor afirmando que una reforma de la cultura nacional deberá acompañar el desarrollo evolutivo de la democracia norteamericana y que aquella debe apoyarse en los instrumentos con los que una sociedad moderna cuenta para ello: el sistema educacional y los medios de comunicación de masas. Por tanto, y he aquí su llave maestra para la reforma:
“El sistema educacional tiene una mayor responsabilidad social en relación con los norteamericanos negros. En este caso existen dos necesidades simultáneas: 1) robustecer la dignidad del ciudadano negro y 2) aumentar sus oportunidades para el futuro…El problema de hoy, y quizá de las próximas décadas, consiste en ayudar al negro a saltar la etapa industrial tardía del desarrollo norteamericano”.
Y qué hecho podría robustecer más la dignidad del ciudadano negro que uno de su color fuese Presidente de los Estados Unidos con votos de los blancos. Por tanto, nada más lógico que fuese promotor de la candidatura de Obama dentro del partido demócrata para que fuese el primer presidente negro de EEUU (recuérdese que el libro fue publicado hace 46 años y Obama llegó a la presidencia en 2008). Este “negro”, representando los intereses geopolíticos mundiales de EEUU, fue el que extendió la mano a Raúl Castro y éste, sabiendo de qué se trata todo, aceptó. Ese cambio de relación con Cuba cuadra con el marco conceptual, expuesto por Brzezinski en El Tablero Mundial, que tiene por objetivo supremo impedir que aparezca en el sudeste asiático un competidor (China) de EEUU que desafíe su estatus de única superpotencia global.
Brzezinski, ciudadano americano gracias a Stalin y Hitler
No es nuestra intención recorrer el largo itinerario de Brzezisnki, pero no podemos finalizar sin que conozcamos los años de vida inicial del futuro “ventrílocuo” para comprender precisamente su trayectoria posterior. Al conocerla, nos viene a la memoria la impactante obra de Stefan Sweig, Momentos Estelares de la Humanidad, porque “La estrella del destino” se apropió de la vida de Brzezisnki siendo un niño.
Su caso no es el de tantos ex-comunistas o disidentes perseguidos en los países socialistas y refugiados en Occidente. Su vida se va a trastocar con la firma del Pacto de Amistad entre Stalin y Hitler el 23 de agosto de 1939, y la posterior invasión de los gemelos totalitarios a su país natal, Polonia. La familia Brzezisnki se encontraba en Canadá y al no poder regresar, el niño Zbigniew a los 11 años de repente se quedó sin patria. Volvería a ella 18 años más tarde, ya graduado en Harvard (donde obtuvo el título en Ciencias Políticas con su trabajo de tesis sobre la URSS) y siendo profesor de esa universidad. El año siguiente (1958) adquiriría la ciudadanía norteamericana y desde entonces iniciaría su larga y exitosa carrera para el servicio exterior estadounidense.