El primero soltó sus improperios en mensaje nacional a la Fuerza Armada, un vasto territorio muy espinoso lleno de una oficialidad que en su mayoría padece los mismos problemas de escasez, inflación e inseguridad que el resto de los venezolanos. Un gesto con el cual el ministro Padrino López busca atornillarse “por arriba” sin percatarse que ese tornillo no encuentra rosca abajo que le permita fijarse porque el descontento verde es cada vez mayor.
El segundo, en claro acto de sicariato judicial, con una sentencia que la acusa de ser una ley inconstitucional por ser parcial y no consensuada. Criterio que dejaría desnudo de cualquier signo de vigencia, de ser aplicado, a todo el andamiaje legal del Pranato rojo construido con base a leyes habilitantes.
La estrategia del régimen es clara: desconocer y debilitar al órgano legislativo hasta presentarlo como inservible para desmoralizar a sus seguidores. ¿Qué hará la Asamblea Nacional ante unos hechos que estaban “cantados”? La respuesta no puede ser el pregón de que “este es un gobierno débil que se cae solo”.