Desde que pisó el país, las críticas al accionar del Secretario de la UNASUR y a su decir han cundido. Como economista que es parece estar muy bien informado por el gobierno de las bondades de las políticas que nos tienen en este estado económico de postguerra, como lo denominó el humorista e intelectual Laureano Márquez. Obviamente Samper hace caso omiso a la ausencia de medicinas, al caos del desabastecimiento en comida y productos como los de la higiene y limpeza, a la inflación, a los bajísimos salarios. No ve nada como no sea la chequera del Estado que Maduro maneja aún a su antojo o su carguito en UNASUR. Por cierto, el daño irreparable que hace a su credibilidad como persona repercute de facto en la institución que dirige así como en el poco respeto que le queda en Venezuela y buena parte del mundo.
Ante su evasión de la realidad venezolana que obviamente Samper ignora a plenitud y mira de lejos sin interés alguno, le brinca María Corina Machado con su enjundia característica: Samper “No goza de credibilidad y respeto de todas las partes”. Por su parte, Nelson Bocaranda, hoy, se refiere de muy mal modo al desempeño de Ernesto Samper especialmente con esta comisión. Señala la firmeza de Henry Ramos Allup al mencionar “… el burdo chantaje” proveniente del gobierno nacional que condiciona la libertad de los tres diputados, Rosmit Mantilla, Renzo Prieto y Gilberto Sojo quienes continúan en prisión sencillamente porque el gobierno opresor, manejado de manera ilegal e inconstitucional por el presidente Maduro y sus adláteres (civiles y militares), quiere seguir haciendo gala de su intolerancia y de su despotismo. Lo mismo ha planteado el diputado de Voluntar Popular Freddy Guevara.
A mi entender, el papelón de Samper en esa comisión no está sólo en la incomprensión absoluta de nuestra realidad económica que él quiere ignorar, ni en el chantaje burdo de cambiar la libertad que debieron tener los diputados al resultar electos, si hubiera un manejo adecuado de la ley y de la Constitución en Venezuela; evidentemente no lo hay, por dictadura abierta que es el régimen; el papelón de Samper tiene que ver con la distinción entre verdad y mentira. Obviamente el expresidente colombiano ha venido a suscribir plenamente una “verdad” sostenida a ciegas por este gobierno de pensamiento único, como si tal despropósito fuera posible: que los presos políticos son criminales que han atentado contra el Estado y los ciudadanos venezolanos.
Samper viene a tratar de darle equilibrio a la desbocada manera como se le ha ido de las manos al gobierno, y en esto no podrá ganar terreno nunca más, el problema para él de la Ley de Amnistía recientemente aprobada en la Asamblea Nacional, con la casi absoluta venia nacional e internacional. Amnistiar a los presos políticos injustamente encarcelados es un clamor mundial y se traen a Ernesto Samper, un figurón con tarifa, a tratar de detener el avance en la imagen positiva que dentro y fuera del país ha tenido la amnistía como solución primaria a la ya desbordada crisis política venezolana.
La comisión no puede tener hálito alguno de verdad por la manera como está conformada; el gobierno, ningún gobierno, no puede juzgarse a sí mismo por su atropello constante a los derechos humanos. Eso nadie lo cree. No es factible a ser procesado de alguna manera por el entendimiento humano. Esa comisión es una mentira, un muy balurdo globo de ensayo espichado. Por tanto señor Samper, vuelva a disfrutar de las mieses de su Unasur, váyase mucho al destino que le espera y si el gobierno quiere una comisión, como ha dicho el Foro Penal, ésta debe ser transparente y equilibrada, integrada por individuos neutrales, probos y ajenos al caso, de lo contrario, y es lo que procede más o menos de inmediato si se opta por un poco de paz y apertura y diálogo, denle curso a la amnistía, liberen a los presos políticos y dejen el chantaje con los diputados encarcelados. No han debido estar presos nunca, pero han debido salir de inmediato sin que el gobierno los use para intentar lavarse de sus crímenes.
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