El género promete gracias a una nueva noticia. La señorita Eva Golinger ha declarado recientemente a un medio bolchevique que el presidente Hugo Chávez fue objeto de varios atentados por parte de la inteligencia del Imperio. El malogrado que nos interesa destacar fue el que habrían perpetrado en una universidad “local” de los EEUU por medio de una silla radioactiva descubierta por los muy sagaces servicios secretos venezolanos ayudados por un mítico detector Geiger. Lástima que la información oculte el nombre del centro de estudios superiores y el método que se practicó para aislar la silla irradiante. Si como dice la nota, la poltrona emanaba suficientes chispas nucleares para aniquilar a la víctima, debió haber sido retirada por un personal altamente científico con unos trajes diseñados para resistir al uranio enriquecido. Tampoco se aclaran los niveles radioactivos o si estaba involucrado algún otro tipo de kriptonita. Seguramente estas huellas dactilares del mal se mostrarán en un futuro muy cercano con la publicación de la saga literaria que revele el rostro verdadero de los mercenarios del imperio. La autora del éxito de ventas del futuro sabe cómo adelantar sus investigaciones: apenas nos da una clave incompleta. Luego vendrá el resto.
No sé cuantos millones de ejemplares habrá vendido el Código Chávez pero gracias a la popularidad de la que presumen rojos, bolichicos y boliburgueses, seguramente la estadística es opulenta. El texto en camino batirá récords intergalácticos. Se imprimirá tanto como la Biblia o el catálogo de Ikea. El recuento del delito frustrado fue desde la Gran Manzana. Raro que la agente Golinger haya decidido mudarse a la enloquecida Nueva York en lugar de preferir la potencia Venezuela.