Yuly Cañizalez, docente de la escuela José Mercedes Santeliz en Campo Rico, Petare, no oculta que muchas veces siente ganas de llorar cuando ve los salones vacíos. Lo que más le deprime es pensar en las causas que motivan las ausencias de sus alumnos de primer grado.
“En promedio, 30% de los niños faltan a clases, pero hay casos puntuales de estudiantes que tienen un récord de inasistencia de 90%. Me da tristeza que están empezando a salir del cascarón y ya son desertores”.
Los motivos son diversos: acompañar a sus papás en las colas para comprar insumos o guardar el puesto, hay quienes alegan que no tienen agua para lavar el uniforme, otras que no tienen con que rellenarle el pan o la arepa o que falta el dinero para el pasaje.
“En esta escuela hay niños de papás colombianos que no han podido regresar desde que cerraron la frontera y una niña que tiene dos meses sin venir porque tiene la cara hinchada por problemas en una muela” explica Cañizalez.
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