Al país le ha tocado padecer los más altos males que una sociedad puede padecer, en manos de la opresión y la coacción estatal se ha conducido a través del socialismo a la ruina económica, moral y social. Ningún sector o actor puede escapar a ello, solo aquellos que se encuentran en el ejercicio del poder y sus más cercanos servidores pueden sentirse beneficiados del sostenimiento de este modelo en semejante crisis.
En lo económico hoy Venezuela es el fruto de una cadena de errores cometidos con total premeditación y alevosía. La profundización del modelo rentista petrolero ha afianzado la dependencia y enfatizado los riesgos asociados a los inestables ingresos petroleros. El establecimiento de un modelo socialista como herramienta de control total en lo económico, ha causado que se experimenten en carne propia las desgracias asociadas a este tipo de modelo, así como lo vivió la Europa de la Unión Soviética y como le ha tocado vivir durante largo tiempo a los cubanos en el último bastión socialista de la URSS en Latinoamérica.
Se ha conducido a la economía por una senda equivocada que solo pudo mantenerse a flote a expensas de los altos precios del petróleo, alimentando una burbuja económica, solo posible de mantener a altos precios del petróleo. Con el apalancamiento de los petrodólares se desplazó el rol que jugaba el sector productivo privado por las importaciones a dólares subsidiados, empresas de maletín y amigos del Estado. Aquellos que ejercen la empresa privada lejos de ser aliados, terminaron convirtiéndose en enemigos formidables del régimen y competencia de mercado. Al reclamar intereses distintos a los que el mismo socialismo profesa, la empresa privada se convirtió en un factor económico a desplazar y en un actor político con intereses opuestos, siendo ahora enemigos en la guerra y opositores al gobierno.
Con una economía que no refleja los indicadores internos reales y menos un manejo óptimo en política económica, sino por el contrario a una exuberante bonanza petrolera. Con notorios signos de un crecimiento insostenible que tarde o temprano llegaría a su fin. Solo era necesario un detonante, y el perfecto dispositivo que activo la reacción en cadena fue la caída de los precios del petróleo. Incluso meses antes de la caída Venezuela inicio en enero de 2014 un proceso de recesión, reflejo de la pésima administración, la economía padecía ya un proceso de escasez generalizada y crecimiento en los niveles de precios.
La crisis no ha llegado por casualidad, el ataque reiterado a la propiedad privada, las expropiaciones, persecuciones constantes a empresas y demás agentes privados causaron una desintegración del aparato productivo, incapaz de competir contra un Estado gigante, con alta cantidad de dólares y muchos amigos y servidores.
El sostenimiento del control de cambios y precios por más de 13 años hasta la actualidad, ha desarrollado un conjunto de relaciones clientelares y parasitarias que han puesto en jaque al empresariado que procura ejercer una labor digna, abierta y con objetivos claramente definidos. Hacer empresa es cada vez más difícil, si compites contra la opresión, el aparato burocrático, el Estado interventor que pretende decirte, qué producir, cómo producir, a qué costo, precio y cómo entregar tu producto. También deben encontrarse en el mercado con competidores estatales que con muy poco y sin ningún valor agregado, traen el producto al mercado a dólares subsidiados y eso en el caso de que efectivamente lo traigan y no decidan simplemente quedarse con los dólares asignados para la importación y olvidarse del propósito de la “empresa”.
Así pues, en Venezuela se está viviendo una escasez generalizada que en mi opinión es producto de varios factores: primeramente la agresión a la propiedad privada, sometimiento de los sectores empresariales a un aparato burocrático asfixiante, competencia desleal del Estado invadiendo espacio de mercado y en condiciones ventajosas, desplazamiento del rol del sector productivo nacional a favor del establecimiento de un sistema de importaciones subsidiadas en pro de los serviles del Estado y amigos del gobierno.
La pérdida de relevancia del sector productivo nacional tuvo mayor carácter en medio del proceso de bonanza que permitió desplazar sin preocupaciones lo hecho en Venezuela, por importaciones de casi todo lo que se podría imaginar, un negocio redondo donde gana el Estado y sus amigos. Todo este proceso era evidentemente insostenible. Ante el colapso de los precios del petróleo y con ello el fin al proceso importador desmedido, no encontraríamos un sector productivo nacional capaz de responder a las necesidades del mercado, sino un agonizante aparato industrial insuficiente.
Los precios del petróleo no se restablecerán a los niveles de 100 $/barril y el proceso crítico se ha multiplicado a todo sector y actor de la sociedad venezolana. Rumbo a un tercer año de recesión algunos organismos internacionales consideran una caída de 10%, en lo personal considero que la caída del PIB será entre un 12% a 14%, la contracción del aparato productivo nacional es despiadada y es imposible que levante pie la economía sin una dirección responsable y consiente. Los compromisos externos distraen el interés del Estado que ha optado por hacer default interno –no cumplir compromiso de deuda, materia prima y proveedores del sector privado- y no arriesgar el cumplimiento del pago de bonos ante los acreedores internacionales, que comprometería muchos activos en el exterior y agravaría la situación interna.
No se ha tomado medidas acertadas en materia cambiaria y se opta por mantener vivo al cáncer económico del control cambiario, que sólo es capaz de beneficiar a las manos más próximas al poder y de castigar a quienes les adversan. La situación en lo cambiario está lejos de mejorar mientras que la oferta de divisas no aumente, con el pozo petrolero seco, la única vía que queda para el gobierno es tratar de captar recursos de privados y quemar reservas internacionales o fundir el oro para obtener la liquidez que él detenta. Hasta ahora la única verdad es que son cada vez menos los dólares para la inmensa cantidad de necesidades, la asignación será absolutamente discrecional y política, como el mismo vicepresidente se ha ocupado de dejar claro.
En medio de la contracción brutal de la economía y la sequía de recursos provenientes del petróleo la solución mágica ha sido producir más, más bolívares de la nada, alentando el proceso inflacionario cada vez más fuerte, año tras año, hasta desatar el proceso hiperinflacionario que hoy se vive. Solo por reflejar una cifra oficial, según el BCV la inflación al cierre de 2015 fue de 180,9%. Con todo el vicio de tardar todo un año en publicar la cifra y la poca credibilidad que posee este organismo, le es imposible tapar el sol con un dedo. Las cifras de organismos internacionales ubican la inflación de 2015 entorno a un 350% y deparan 750% para 2016. Todo esto en medio de una inflación mundial promedio de 2% – 4%.
El deterioro de los salarios reales es tan bárbaro que los incrementos sobre los salarios mínimos se están realizando trimestralmente, aun así la hiperinflación corre más rápido que los salarios y es casi imposible que una familia pueda sostenerse en base a un salario mínimo, cuando una canasta alimenticia cuesta al menos hasta 4 veces un salario mínimo.
No hay rumbo positivo para la economía del país a menos que todas las energías alternas al petróleo sean suprimidas o que entremos en una guerra mundial que demande alto volumen de petróleo, aumentando abruptamente la demanda de crudo permitiendo que los precios repunten. La realidad es que cada vez las fuentes de energía se diversifican y actores grandes e importantes deciden diversificar su economía, tal como ahora lo hace Arabia Saudí.
La única salida viable a la crisis es un proceso de reconstrucción nacional y un inminente cambio de gobierno, de entendimiento de la economía y reconocimiento al rol del mercado, propiedad privada y libertades.
No hay quien este a salvo de esta crisis, empleados públicos y privados, amas de casa, obreros, profesores universitarios, maestros de escuela, médicos, abogados, enfermeros, estudiantes, comerciantes, empresarios, trabajadores informales, taxistas, todos.
Incluso a quienes el socialismo dice proteger, la clase baja es la más golpeada, hay personas que solo están haciendo una comida al día, y en ocasiones solo comen arroz, en el desayuno, almuerzo y cena, porque no consiguen el resto para completar el plato o porque no les alcanza el dinero.
La gente se ha visto obligada a permanecer en vigilia noche y día en una cola para comprar un producto, someterse al vil ejercicio de la autoridad y del poder de quienes visten uniformes para lograr acceder a lo que se necesita. Cualquier individuo con uniforme se siente investido para decirte que debes hacer, hablar, reclamar o aceptar a la hora de hacer una cola para comida. Una de las más grandes humillaciones que tienen que padecer los venezolanos quienes con su propio dinero acuden al mercado. Tal parece que se está pidiendo limosna y no comprando comida.
Cuando se dice que el colapso es generalizado no se miente, gran parte del país ha sido sometido a un sistema de regulación eléctrica, primeramente improvisado y luego establecido de manera arbitraria en bloques de 4 horas/día, pero resulta que en 24 horas continuas los cortes eléctricos son de al menos 8 horas, por ejemplo: el día martes te quitan la luz desde las 12:00 PM hasta las 4:00 PM y el día miércoles la quitan desde las 4:00 AM hasta las 8:00 AM. Necesario es sumar las respectivas raciones del servicio de agua que cuenta con cortes completos de al menos 2 días a la semana, y una pésima calidad en el procesamiento y potabilidad del agua, siendo en muchas ocasiones no apta para el consumo.
- La inseguridad es un flagelo que no distingue color político y mucho menos credo ni religión. La descomposición social instaurada bajo el régimen socialista ha inundado las calles de delincuentes y hampones, en ocasiones con uniforme oficial incluido. Robo, asesinato, tráfico de influencias, extorsiones, tráfico de drogas, sobornos entre tantas cosas más.
- Los hospitales no cuentan con recursos suficientes y básicos para atender a los pacientes y emergencias, caer en un hospital público puede ser una condena de muerte. Mucho más difícil resulta el viacrucis de conseguir una medicina recetada o de rutina, ante el incumplimiento de deudas con laboratorios y farmacias, la cantidad de medicamentos presentes en el mercado es cada vez menor y critica.
- La Educación y la Justicia, pilares fundamentales de cualquier sociedad están hoy en un estado de abandono y deterioro. Notable deficiencia en la formación de los estudiantes imposibilita la capacidad que puedan tener para forjarse un futuro con estudio y trabajo. La justicia está a la merced del clientelismo y es servidumbre del gobierno, nada pues se puede esperar de la imparcialidad de la misma.
El socialismo ha sido la peste más terrible que pudiera arrasar con el pueblo venezolano, ha acabado con su conciencia moral, destruido el tejido social, separado familias, sometido a humillaciones y vejámenes a los ciudadanos para poder comprar comida, medicina o sencillamente poder llevar la vida en paz. Ha corroído cualquier estructura del poder y todo con la falsa promesa de la igualdad y la equidad, nosotros los venezolanos hemos estado cada vez peor, solo hemos visto mejorar a los lacayos del gobiernos, amigos del poder y serviles parasitarios. Esta clase que hoy se sienta sobre el poder solo le interesa mantenerlo para su propia supervivencia, no por el interés de los otros. Sabiendo que el fin de su poder también significa el fin a sus actos libres y el sometimiento ante la ley y la justicia.
Es un inmenso pesar reconocer en estas líneas que sin duda alguna Venezuela es hoy un país en emergencia y sin excepciones.
Willians Ruiz
@williansruiz
Director Ejecutivo Instituto Ludwig von Mises Venezuela.
Director Liberty & Capital – FreeMarket Consulting.
Profesor de Teoría y Política Monetaria, Universidad de Carabobo.