Escasez total de alimentos, productos y medicinas. La inflación más alta del mundo. El poder adquisitivo por el suelo. Inseguridad personal rampante. Inseguridad jurídica total. Fuertes racionamientos de agua y electricidad. Corrupción ilimitada. Empresa privada destruida. División de la sociedad. División de las familias. Protestas. Saqueos. Linchamientos. Hambre.
Por mucho menos de lo anterior, cualquier ser humano con dos dedos de frente podría afirmar que el régimen chavista ha sido una de las gestiones públicas más negativas, oscuras y fracasadas de la historia de cualquier país del mundo.
Sin embargo, hay otra forma de verlo.
Algunos piensan que, muy por el contrario, el proyecto chavista ha sido un éxito para quienes lo diseñaron.
Esta percepción se basa en la idea de que, detrás de la máscara revolucionaria, lo que hay realmente es un claro proyecto de poder por el poder, que consiste en apropiarse eternamente de un país rico en petróleo empobreciendo a su población y llevándola a extremos infrahumanos, bajo los cuales no le quede otra alternativa que someterse.
Es decir, una copia “mejorada” de la revolución cubana. Con las consabidas variantes de épocas y métodos. Y con una diferencia clave: que en Venezuela se encuentra el mayor yacimiento de petróleo del mundo.
Coloco un par de puntos de vista.
Víctor Poleo, un ingeniero electricista, profesor del posgrado de Economía Petrolera de la UCV y exviceministro de Energía y Minas de Chávez entre 1999 y 2001, ha alertado que “la actual crisis eléctrica que vive el país es planificada como un mecanismo criminal que pretende domesticar a los venezolanos”.
Agrega que “aquí hay un guión criminal de ingeniería social para estrangular a la sociedad”. Que “la renta es utilizada para destruir la sociedad y la economía”.
Poleo argumenta, con lógica, que “lo mismo ocurre con las colas, porque cuando la gente no tiene tiempo para pensar y organizarse porque debe conseguir algo de comer, sencillamente se desmoviliza, y al desmovilizarla políticamente, queda anulada”.
Por otra parte, otro personaje menciona una visión parecida. Guaicaipuro Lameda, ex-Presidente de PDVSA con Chávez, dice que la estrategia es el empobrecimiento colectivo como medio de dominación política.
Dentro de esta estrategia, el régimen desarrolla acciones como estas:
Al que no le guste la revolución, que se vaya. Hacérselo difícil pero abriéndole unas puertas.
A la gente hay que mantenerla ocupada aunque sea buscando comida. Mientras busca cubrir sus necesidades básicas, mantenerlos presionados con los cuerpos de seguridad e inteligencia para que sientan temor.
Mantener a los pobres en su pobreza pero con esperanza, algunos deben saltar de allí y debe ser muy notorio. Dosificarles lo que se les da, tanto en cantidad como en oportunidad. Sobre todo, hacer mucha propaganda que es el principal alimento de la revolución.
Establecer una economía dual. Una dirigida por el régimen hacia los pobres. La otra que se le haga inalcanzable e insoportable para la oposición. Los pobres quedan dominados y los otros buscan irse.
Infundir terror en dos vías: a los suyos que teman perder lo que el gobierno les da, les permite o les ofrece. Y a los opositores que tengan mucho miedo a perder lo que tienen, por ejemplo, la libertad o su propia vida.
Ser muy permisivo para que se hagan cosas fuera de la ley; y lograr que sea muy difícil hacerlas dentro del marco de la ley. Así se forzará a que las cosas se hagan fuera de la ley manteniendo a la gente amarrada, comprometida, dominada e inhabilitada.
Finalmente no olvidemos un par de frases tan famosas como deprimentes.
Una, la del viejo “monje” (venido a menos) Jorge Giordani: “Los pobres tendrán que seguir siendo pobres, los necesitamos así”.
La otra, la del joven jefe de la Bancada de (la traición a) la Patria en la Asamblea Nacional, Héctor Rodríguez: “No es que vamos a sacar a la gente de la pobreza pa’ llevarla a la clase media, pa’ que después aspiren a ser escuálidos”.
Ud., lector, ¿qué opina?… ¿Fracasaron o triunfaron?
@BHorande