Venezuela no es una película. Lo vivido en estos 17 años supera cualquier ficción imposible, cualquier drama desolador, cualquier tragedia pretérita, real o imaginada. Ha sido un delirante y devastador amago destructivo con ropaje militar y “socialista”, resistido por un imaginario democrático y civil.
Lo que presenciamos a estas horas en la nación, es la reacción del andamiaje burocrático-partidista y militar, apropiado de buena parte de la institucionalidad del Estado al servicio de una parcialidad política, ante las demandas de cambio político, económico y social que se manifiestan cada vez con mayor fuerza, aunque dispersas e inconexas o silenciadas por los medios en la geografía nacional.
La utilización de todos los poderes públicos, CNE, TSJ, Fiscalía, Defensoría y Ejecutivo, escudados en el blindaje armado de un estamento militar cual pared de miedo y represión, pretenden bloquear la exacerbación del ánimo, el cansancio, la rabia, el hambre y desesperación de quienes a lo largo y ancho de Venezuela, viven en carne propia el fracaso rotundo y el vergonzoso legado de una “revolución” fracasada, inmoral y corrompida.
Maduro, con ese gazapo ilegal de Estado de Excepción, ha colocado la Constitución en un plano inferior, ya subterráneo y desechable, de aquello que se supone es el elevado marco del Estado de Derecho.
La élite en el poder criminaliza a la disidencia, la persigue y encarcela, prohíbe la protesta y quizá aspire decretar a futuro el fin del hambre, y se restea a impedir lo que es perfectamente factible , esto es, la realización del referéndum revocatorio antes que culmine 2016.
La escasez de alimentos, medicinas, el hambre y la hiperinflación ya en desarrollo no están empujando a niveles de empobrecimiento históricos e inéditos en nuestra historia reciente.
Maduro, Cabello, Rodríguez y adláteres, aspiran al poder eterno y a la impunidad inamovible que el usufructo del poder les ha permitido. ¿Cuál será el desenlace de todo esto?
Nicolás Maduro viene apretando el botón rojo desde que llegó a Miraflores. Sólo un deseo suicida, en términos políticos, justifica mantener este rumbo ruinoso y lamentable hacia una dictadura en medio de una economía estatizada y hundida.
Hoy, lo único que pudiera detener esa pulsión autodestructiva con la cual se empeña el gobierno, es el referéndum revocatorio presidencial.
Esperemos que ese botón rojo no llegue finalmente hasta el fondo. Nos toca a nosotros, con firmas y votos, evitarlo e impedirlo.
@alexeiguerra