Significó la proyección de la guerra fría en Latinoamérica, aplicada fundamentalmente al sur del continente. Cuando en el mundo bipolar dos grandes bloque se disputaban zonas de influencia. En ella se fundamentaron la mayoría de las férreas dictaduras militares en esta parte del planeta, a partir de la década de los cincuenta, acentuándose en las dos décadas siguientes, motivada por el triunfo de la revolución cubana y la intención de los dirigentes de la isla de proyectar, promover y estimular procesos similares en los países del área.
Los Estados Unidos de Norteamérica consideraron natural que su influjo en el continente debía preservarse, como garante de su propia protección. Desde la famosa escuela de las Américas en Panamá, adiestraron a los ejércitos latinoamericanos en los métodos represivos para combatir al “enemigo interno”. Esa concepción impuso la práctica de las desapariciones forzadas, los interrogatorios y la tortura sistemática. Es así como se impuso la llamada Doctrina de Seguridad Nacional, que contempla como “enemigo interno” a los connacionales no sólo los que insurgieron en los movimientos armados en la época, sino todo aquel que propagara ideas de izquierda, progresistas o simplemente se oponían a los regímenes dictatoriales. La más mínima disidencia era calificada de conspiración o traición a la patria.
Esta introducción viene a colación a partir de la celebración de los recientes ejercicios militares denominados Independencia II. Según el Ministro de la Defensa General Vladimir Padrino López en las maniobras participarían 517.000 personas, cifra sumamente exagerada, tal como apuntó el General (R) Gonzalo García Ordóñez, ese número equivale al 230% más del desembarco de Normandía, el más grande de la historia. Calculó igualmente que la sumatoria de un gasto diario por persona equivaldría la cuantiosa suma de 20,6 millones de dólares en el fin de semana.
Los ejercicios contemplaban el reparto de alimentos y apoyo militar a dicha actividad, la Consolidación de Comités Locales de Abastecimiento y Producción cuyo “jefe de control y mando” es Freddy Bernal, fue el responsable de el reparto y en buena medida de la participación civil.
Llama particularmente la atención que un gobierno que se proclama revolucionario y de izquierda, apela a los dictados del viejo esquema de la Doctrina de Seguridad y Defensa para categorizar unos ejercicios y la definición de aspectos fundamentales de su estrategia. En su retórica es permanente el señalar como enemiga a toda disidencia, incluyendo aquella que alguna vez los acompañó.
Más allá de la prédica de la preparación contra una eventual y fantasiosa invasión, lo cierto es que en estas maniobras militares tal como lo señaló Rocío San Miguel, no participaron los sistemas de armas modernos que serían los empleados en caso de una contingencia como la mencionada.
El ejercicio en sus diferentes etapas, en especial la última, estaba dedicado a la materia de “orden público”, materia que las leyes le asignaba a las policías y en caso de ser necesario a la Guardia Nacional, componente que se supone adiestrado para actuar en caso de estas alteraciones. Sin embargo modificaciones legales recientes y otras resoluciones facultan a todos los componentes de las FAN, incluso la milicia en funciones de restablecimiento del “orden interno”.
>> Si bien es cierto que hace aproximadamente tres años en octubre del 2013, modificaron con una reimpresión el decreto 458 donde crean el Centro Estratégico de seguridad y Protección de la patria, suprimiendo en el texto la frase: “asociadas a la actividad enemiga interna o externa”… iAlguien con conocimiento de sus implicaciones los alertó! Pero es recurrente en el discurso y en las disposiciones para el apresto operacional la tesis del “enemigo interno”, elemento consustancial de la doctrina militarista que hemos venido señalando.
Arreaza siendo Vicepresidente, después de la reimpresión de la Gaceta declaraba: “No hay enemigo interno ni externo que pueda frenar el proceso Bolivariano”.
Estamos en presencia de una sistemática operación de amedrentamiento e intimidación, que por una parte intenta contener la creciente protesta social y por otra obstaculizar las aspiración mayoritaria de un cambio político.
Tales propósitos no tienen posibilidades de lograr su objetivo, la situación económica y social tiende a seguir agravándose peligrosamente, lo que hace inevitable la movilización y la protesta. Y se consolida la mayoría política que exige con urgencia el cambio constitucional, pacífico y electoral. Ese trayecto es el de referéndum revocatorio este año. Allí nos concentramos, no hay lugar para la distracción, esa es la alternativa para abrir causes y forjar un nuevo destino orientado a superar la crisis para poder así progresar en paz.