La semana pasada me tocó visitar cerca de 10 farmacias buscando algo tan sencillo como es un antinflamatorio para un familiar, y visité sólo 10 porque tuve la suerte de que en la última había algo parecido, de menor efecto pero ante la ruleta que representa continuar el viacrucis sin fin y la posibilidad de que cuando me rindiera ya no estuviese la otra opción terminé por adquirirla.
Lo más lamentable del relato es que sé que fui afortunado, pues muchos son los venezolanos que no consiguen sustitutos para sus récipes, bien sea porque sencillamente no lo tienen como el caso de Eutirox, o porque si se consigue de otro tipo no surtirían el mismo efecto como sucede con las pastillas para la tensión.
La verdad es que enfermarse en Venezuela es una sentencia de muerte, pues no sólo faltan medicinas cuyo índice de escasez alcanza el 85% sino que además, producto del abandono y desidia del régimen por atender al sector salud cobran una factura muy alta, hace años los consultorios de Barrio Adentro fueron orgullo de la Revolución, ahora más del 70% han cerrado sus puertas, obligando a los pacientes a trasladarse a hospitales para ser atendidos
Pero la realidad hospitalaria no está mucho mejor, y es que ya no se dan abasto, no hay camillas suficientes para atender a todos los pacientes, algunos reciben atención en sillas mientras los menos afortunados recurren al suelo mientras esperan su turno; ni hablar de las medicinas o implementos quirúrgicos, es que en la actualidad el 90% de los venezolanos que va a un hospital deben comprar suturas, gasas e incluso guantes para poder ser atendidos.
De esta realidad no escapan las clínicas privadas quienes al igual que en los hospitales deben lidiar con la falta de medicamentos, de material médico-quirúrgico, escasez de repuestos para reparar los equipos médicos. Una situación que con el paso del tiempo se ha ido incrementando.
Son muchos los pacientes que han fallecido porque en los centros asistenciales no tienen las medicinas necesarias para atenderles, la semana pasada fuimos conmovidos por la muerte de Oliver Sánchez, y más cercana la de Marquito, un niño por el que me solicitaron ayuda en las redes sociales para intentar conseguirle las medicinas, y como ellos miles de niños, adultos y ancianos venezolanos pierden la vida porque las enfermedades no entienden de diálogos o capitalismo para llevarse la vida de quien la padece.
Producto de esta misma incompetencia, la tasa de mortalidad de bebes de menos de un mes de nacidos pasó de 0,02% en el año 2012 al 2% en el 2015 en los hospitales públicos dependientes del Ministerio de Salud. En Barcelona dos bebés prematuros murieron mientras eran trasladados a un hospital porque la ambulancia no tenía oxígeno.
Lo más paradójico de este asunto es que Lilian Tintori realizó una campaña por distintos países en la que gracias a la colaboración de los hermanos latinoamericanos logró recolectar 100 toneladas de insumos y medicinas que tanto necesitamos, y el régimen se niega a dejarlas entrar al territorio nacional.
De igual forma países como España, Estados Unidos, entre otros han ofrecido a enviarnos medicina, comida, insumos médicos que tanto estamos necesitando y el régimen por orgullo, por no admitir que lo está haciendo mal se ha negado a aceptarlas, diciendo que estos países tienen pobres que las necesitan más, mientras insiste en que la culpa de este caos responde únicamente a la guerra económica, la CIA y pare de contar.
A pesar de que Venezuela atraviesa momentos muy difíciles, la peor crisis humanitaria de su historia, nuestro foco de lucha está muy claro, siempre debemos tener en cuenta que mientras más oscura se hace la noche más cerca está el amanecer, así que no podemos desmayar, hay que seguir con la frente en alto porque el nacer de una nueva Venezuela de la Mejor Venezuela está ya a la vuelta de la esquina.
Aarón Rodríguez – @RodriguezAaron