La realidad social puede llegar a ser muy violenta, pero se reconoce en la pelea por los alimentos, estos, cada vez más escasos, son el único motivo legítimo para luchar, pero ¿Y la garantía de cambio? ¿Qué es lo que en realidad necesita nuestra sociedad? La verdad, es que este gobierno no ha logrado imponerle al pueblo otra polarización, una que le garantice algunos defensores, desde el fanatismo que Chávez convocaba con facilidad pero que ahora están abandonados, el mismo Chávez se agotó como verbo en boca del gobierno y la tribuna internacional tiene como consenso la crisis que atraviesa Venezuela, con sus cada vez más posibles consecuencias, pero por otra parte, la oposición no tiene facilidad para identificar las luchas sociales, tiene una especie de miopía que genera muchas incomodidades en la población, más numerosa en las colas para comprar alimentos que en las convocatorias a las marchas hacia el CNE desde Bello Monte.
Si tan sólo algo cambiara, pero ¿Qué es lo que se debe cambiar? ¿Qué permitiría que el cambio se constituya como una garantía de paz? Parece que la respuesta es más sencilla de lo que parece, pero mucho menos evidente. Hay que incorporar al pueblo: Las exigencias tienen que ser claras, tanto en las negociaciones como en las protestas; no pueden haber secretos ni ingenuidades, cualquier negociación tiene que ser transparente, para que se dé un cambio de gobierno, no para que el gobierno aguante todo lo que pueda, y las protestas, tienen que estar acompañadas, como mínimo, por diputados de la Asamblea Nacional que velen por los derechos humanos de los manifestantes y de los periodistas, la organización tiene que ser una constante y la duda tiene que dejar de nutrir los debates, es decir, la unidad debe dejar de ser una camisa de fuerza electoral, porque no estamos viviendo ningún evento que se caracterice por ser democrático, aún cuando está previsto que en poco tiempo se empiece a hablar de primarias o de elecciones regionales.
Pese a la convocatoria a la que no se le está dando lectura, este pueblo tiene hambre y su relación con la desesperación es directamente proporcional, lo que podría producir, más que el cambio, que en teoría tenemos tiempo luchando, una movilidad política que nos tome por sorpresa a todos. Ya se acercan los momentos de advertirlo a tiempo, sin pretensiones de cobrar un “te lo dije” en el futuro.