Muchos tenemos meses pronosticando en nuestras conversaciones y análisis, que en Venezuela puede haber un estallido social producto de una crisis sistémica creciente que estaría cada vez más cerca de llegar a un punto de ebullición. No obstante, cuando visualizamos ese estallido nuestro referente es el caracazo de 1989, cuando todo ocurrió en dos días fatídicos, en los que se concentró el desbordamiento que dejó como saldo miles de comercios saqueados y centenares de muertos, entre otras cosas nefastas. Sin embargo, podemos afirmar sin equivocarnos que ya estamos en medio de otro estallido social, pero que a diferencia de aquel, está ocurriendo a cuenta a gotas, por capítulos, en cámara lenta, o como más nos guste explicar que no todo está concentrado en una sola escena de uno o dos días. El sacudón está en marcha señores, y no sabemos cuándo ni en qué va a terminar exactamente.
Hace unos meses el investigador de la UCAB Daniel Fermín, ya había descrito la situación como de “microestallidos sociales diarios”, basándose en datos confirmados sobre el aumento de las protestas desde principios de año. De hecho, el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, en su informe sobre la situación de enero a abril 2016, reportó 2.138 protestas en esos cuatro meses, que equivale a 18 diarias, de las cuales la mitad eran motivadas por falta de alimentos y servicios básicos. Muy seguros estamos que cuando se publiquen las cifras de mayo, estos números habrán crecido de manera sensible, para no hablar de junio, que apenas comenzando nos ha hecho sentir que alguien metió el pie a fondo en el acelerador de la crisis, y con ella la de los saqueos.
Ahora bien, ¿A qué se debe esta profundización tan vertiginosa del malestar social? La respuesta es múltiple: en primer lugar la inflación va en un cohete hacia el infinito. Los pronósticos preliminares de principios de año que hablaban de 500% para 2016 se han quedado cortos. Todos sentimos que los precios están aumentando a diario, y dentro de poco subirán por hora, como ocurre en toda economía hiperinflacionaria. De igual forma, la escasez de medicinas y alimentos arrecia. El caso del niño Oliver no es sino el más sonado de centenares de tragedias parecidas por falta de medicamentos o fallas en el sistema de salud. Y respecto a los alimentos, claramente el déficit es brutal, el hambre se apoderó de la situación y la desesperación empieza a gobernar la conducta de la masa.
Pero la principal razón que explica cómo llegamos a este punto, es la actitud irresponsable, arrogante y genocida del Gobierno Nacional. Todo lo que ocurre ahora fue debidamente alertado por los expertos y la dirigencia política opositora desde hace suficiente tiempo. El Gobierno pudo dar un golpe de timón a la política económica en 2014 y 2015 y no lo hizo. Por el contrario, prefirió profundizar el esquema ya fracasado y hundirnos más en la miseria. Tanto así, que su nueva gran propuesta es partidizar y centralizar el bachaqueo en los famosos CLAP por un lado, y negar la crisis humanitaria y necesaria ayuda internacional por el otro, con lo cual están literalmente sentenciando a muerte a miles de personas que no encontrarán alimentos ni medicinas en las próximas semanas.
A la par que ocurre todo esto, el Gobierno, El CNE y el TSJ se empeñan en negarle al pueblo una salida electoral y pacífica. Se cierran las válvulas de escape que la Constitución consagra para hacer viable un cambio cuando la tensión social y política aumenta. De seguir esta dinámica, la velocidad y gravedad de la crisis producirán un desenlace fáctico antes de que se logre concretar alguno de los mecanismos constitucionales por los que hoy se trabaja sin descanso.
Los venezolanos merecemos un futuro mejor que pasa necesariamente por un cambio de gobierno. Quiera Dios que podamos darle conducción política a esa transición en el marco de la Constitución como hemos querido, y no que la anarquía reine y surja una situación en la que terminen tomando el control falsos salvadores de la Patria. La responsabilidad histórica de luchar por el país es de todos.
*Diputado al Consejo Legislativo de Miranda, profesor UCV y miembro de VP
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