Gustavo Tovar-Arroyo: El antichavista

Gustavo Tovar-Arroyo: El antichavista

El chavista
Antes de describir las cualidades y virtudes de ese héroe incomprendido y visionario que es una “antichavista”, describamos algunos de los vicios y perversidades de esa alma innoble y por naturaleza traidora que es el chavista.

En principio, sin mucha dificultad y sin temor a equivocarnos, cuando uno piensa o conoce a un chavista uno debe de saber que está frente a un corrupto.

A un holgazán de siete suelas cuya pereza es tan enorme como su avaricia y codicia. De ahí que cualquier “empresario” chavista -como los políticos de esa calaña- sea un ladrón, improductivo, incapaz de generar empleo ni de crear un carajo. Sólo roba y roba y roba porque su máximo dios es el dinero fácil.

Entiendan: es un chavista.

Su naturaleza es la traición
Un chavista es un vicioso por naturaleza. No hay uno sólo que se salve. Arriba señalé que ante cualquier cosa, sin excepción alguna, un chavista es un corrupto. No exagero, lo es. Es su marca registrada. Pensaba en un alma descompuesta, deshonesta e inmoral como la de Diosdi Cabello (compendio de todos los vicios) y me di cuenta que obviaba a alguien, el origen nuestra ruina: Hugo Chávez Frías.
Recordemos que el acontecimiento que da lugar al nacimiento del chavismo fue un acto asesino de traición. El sátrapa, el vicioso original, traiciona al pueblo venezolano, a la democracia, a las fuerzas armadas, da un golpe de estado y asesina por la espalda a centenares de venezolanos inocentes el 4 de febrero de 1992. Ahí comenzó este despelote.

Como fracasa -todo ejercicio chavista lo hace- repite su traición, da un segundo golpe de estado, vuelve a asesinar a centenares de inocentes y vuelve a fracasar. El chavismo es ineptísimo, esa es otra de sus características (esto no sólo lo sabemos, lo sufrimos).

Caldera -quien a su modo era un chavista- perdona la felonía y también traiciona al país. La andanada de traiciones y vicios comienza.

El chavismo muestra su rostro.

Los pecados capitales, y más…

Mientras describía vicios y perversidades -a mano alzada- aparecieron dos pecados capitales (pereza y avaricia). De pronto confirmé que un chavista, según el catálogo de Cipriano de Cartago, es un pecador capitalista y más, mucho más.

No sé si el santo africano y mártir habría vislumbrado milagrosamente al chavismo hace casi dos mil años cuando escribió su compendio o si sufrió algún tipo de chavismo en su época, pero a decir verdad el Obispo de Cartago la pegó.

El chavista posee todos los pecados capitales, y más. Veamos: lujuria (Chávez y Maduro y todos los demás); gula (Juan Barreto y todos los demás); avaricia (Diosdi Cabello y todos los demás); pereza (Pedro Carreño y todos los demás); ira (Iris Varela y todos los demás); envidia (Jorge Rodríguez y todos los demás); orgullo (Roy Chaderton y todos los demás).

Si a los pecados capitales de la edad media le agregamos los vicios primordiales de la modernidad: corrupción, cinismo, perversión, violencia, ineptitud y traición, juntos y revueltos, encontramos a un chavista perfecto.
¿O no?

Los visionarios

Un visionario es un espíritu capaz de figurar, vislumbrar: “ver”, un tiempo ruinoso cuando se aproxima. El chavismo, por ser un basurero ideológico, representaba a todas luces la barbarie. Todavía la representa; peor aún, es la barbarie. Un visionario la anticipa y señala, la alerta.

Pocos tuvieron la capacidad, sensibilidad y visión de interpretar la devastación que se avecinaba con el advenimiento terrible de Hugo Chávez al poder. Esos pocos, muy pocos, que levantaron la voz en su momento, que alertaron a Venezuela y al mundo, que advirtieron del holocausto caribeño que “veían” fueron lamentablemente desoídos, acusados de exagerados y alarmistas, etiquetados de “radicales” por políticos, encuestadores y algunos directores de música.

Menciono, otra vez a mano alzada, a algunos de esos radicales -de raíz, desde el principio y por Principios- antichavistas: Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Carlos Alberto Montaner, Manuel Caballero, Oscar Arias, además de muchísimos otros venezolanos que por su temperamento, nobleza, pero sobre todo, valor (y valores) se opusieron al chavismo desde sus orígenes, incluso pese a remar contracorriente y ser marginados por su “radicalismo”.

Decía mi maestro de literatura en el colegio La Salle, el celebrado profesor Bernechea (otro visionario): “Si millones de moscas comen mierda, yo no tengo porque hacerlo”.

Hoy el país está literalmente comiendo mierda por no haber censurado radicalmente, desde sus orígenes, al pervertido chavismo.

El antichavista

El antichavista es un ser virtuoso. Un hombre o mujer de principios. Un visionario y un humanista. Su nobleza no deriva sólo de su sensibilidad, sino más correctamente de sus valores humanos.
A su modo, todo antichavista es un civilizador y un demócrata. Puede tener defectos y cometer errores (como todo ser humano), pero su radicalismo reside en que es un hombre de buena voluntad, una persona de bien. Puede ser que padezca alguno que otro pecado capital o vicio moderno, pero no todos y al mismo tiempo como el chavista.

El antichavista es un hombre o mujer común y corriente que no rehúye del trabajo ni le teme a la eficiencia, no teme sudar para ganarse el pan de cada día ni anda traicionando todo y a todos a su paso. El antichavista no es un traidor ni un corrupto por naturaleza.

Un antichavista, si lo fue desde sus orígenes, fue héroe incomprendido, un excéntrico por sus valores y principios, por sus visiones civilizadas. Triste y trágicamente, nuestra ruina actual lo reivindica.
Si me preguntasen: ¿Qué es lo que distingue a un perfecto antichavista? Yo diría, su radical devoción por la civilización, pero sobre todo su inmenso amor por nuestra tierra. Un antichavista no ama a Cuba ni a Castro, ama sincera y transparentemente a Venezuela.

Sí, un antichavista es un digno venezolano que, como tú y como yo, fue desoído en su momento, pero cuyo verdadero reto actual no sólo es la liberación y erradicación de la peste chavista, sino algo más puro: la reinvención de Venezuela.

Un antichavista ni siquiera es un antichavista, a decir verdad, es simplemente un venezolano a secas. Con todo lo hermoso, lo grandioso, lo sublime que significa serlo.

¡Venezolano! ¡Venezolana! ¡Qué enorme y encumbrado suena en nuestros labios cuando lo pronunciamos con orgullo y sin mancha.
Por ello pienso y confirmo cuando veo nuestras luchas y nuestros desgarramientos: es el tiempo del antichavismo, es el tiempo de lo venezolano. Tú tiempo y mi tiempo.
¡Y qué viva Venezuela! ¡Y qué vivas tú que por ella das la vida y luchas!
Seguimos…

@tovarr

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