Los resultados recientes de la encuesta realizada por Datanálisis conforme a los cuales un 63,2% de los venezolanos votarían en el Referéndum Revocatorio, en el supuesto de que se realice, contra la permanencia de Nicolás Maduro en la Presidencia de la República, no muestran una realidad necesariamente alentadora para el futuro del país, si juzgamos por resultados similares de otros sondeos de opinión efectuados, tanto antes, como después de Chávez.
Ya en abril del año 2014, debemos recordar que también según encuesta de Datanálisis la popularidad del presidente Nicolás Maduro cayó a 37 puntos, acumulando una caída de más de 13% en los últimos cinco meses, y que la ubicaba en su nivel más bajo desde su llegada al poder en abril de 2013. Es decir, unos números que no son muy diferentes a los de ahora; de hecho son idénticos, no obstante haber transcurrido dos años.
En aquel momento, como ahora, se achacó esa caída de popularidad, a la crisis económica y alimentaria que golpeaba a la población, a la inseguridad en las calles y en general a una serie de medidas que habían traído, poco a poco, una desmejora vertiginosa en los derechos y en la calidad de vida de la sociedad venezolana.
Ya en ese primer cuatrienio del 2014, o sea, hace dos años, los resultados de la encuesta servían en la opinión de algunos, para confirmar lo que la gente en la calle sentía y padecía en su día a día, dándole la razón a quienes pensaban y aún piensan que con una situación social y economía tan grave como la que se vivía, ningún gobierno debía sobrevivir. En aquella oportunidad, el tema fue aderezado con la comparación entre Maduro y Chávez, simplemente para ilustrar la idea de que Maduro no tiene el carisma, ni la capacidad para convencer de su antecesor y que por eso la recuperación de la popularidad no iba a ser igual de fácil.
Por otra parte, hubo quienes interpretaron aquellos resultados como normales y hasta positivos, tomando en cuenta que en cualquier otro país tales circunstancias político-económicas traerían la debacle del gobierno de turno, mientras que el de Maduro se sostenía. Lo cual significaba que aún había una importante aceptación de la población. Del mismo modo, la comparación con Chávez, fortalecería la posición de Maduro, pues ha sido una constante histórica del chavismo bajar y subir en las encuestas, pero en el momento de las elecciones presidenciales contar con la popularidad suficiente para ganarlas.
Un fenómeno propio de los gobiernos populistas que se da en muchos países latinoamericanos, como pasó en Brasil durante el gobierno de Lula da Silva y el de Dilma Rousseff. En el caso de esta última, los índices de popularidad sufrieron una merma en las encuestas, que también la bajaron a ese mismo 37% que tenía Maduro, pero que aún le dieron una ventaja importante para las elecciones del mes de octubre de ese año 2014, como en efecto las ganó.
Como ejemplo de esto último en Venezuela, podemos recordar la encuesta nacional del año 2011, realizada por Keller y Asociados, entre cuyos resultados se mostraba que un 60% de los ciudadanos había perdido la confianza en Chávez para resolver los problemas del país. De acuerdo con dicha medición un 48% de los venezolanos consultados aseguraba que el mayor problema en aquel momento era la delincuencia y más del 90% de los consultados afirmó haber sentido en su casa la escasez de productos de primera necesidad, identificando los lácteos como los alimentos más precarios. En este punto el 46% de los consultados expresó su creencia de que la soberanía alimentaria del país había “empeorado”. Sin embargo, con una problemática similar a la que tenía Maduro en el primer cuatrienio del 2014, aunque en circunstancias más atenuadas, y después de doce años en el poder, Chávez no sufrió merma alguna de su imagen, ni en términos de aceptación popular, ni mucho menos electorales.
A diferencia de lo que ocurría antes de 1999, cuando los gobiernos venezolanos adeco-copeyanos de cinco años se desgastaban a la mitad del periodo o aún antes, siendo la popularidad difícil de restaurar a corto plazo por falta de prosélitos, pues al no haber reelección inmediata la gente pensaba más en el que vendrá, esto es, en el próximo candidato a la presidencia, que en el presidente de turno; los gobiernos de Chávez, como hacen los buenos surfistas, se supieron mantener en la cresta de las olas cuando hacía falta. Y nada, hasta ahora, hace pensar lo contrario con este gobierno de Maduro, ya en pleno junio del año 2016.
Razonar que la situación actual, por ser más grave que la de Chávez en el 2011 o la del propio Maduro en el 2014 o en el 2015, va a llevarnos, indefectiblemente, a un final que deponga a Maduro de la presidencia, no es del todo, una conclusión cierta, sino más bien probable, pues con la crisis social y económica existente, era lógico pensar que más de un 90% de la población estuviese a favor de revocar a Maduro en cualquier encuesta. Más aún, cuando apenas, menos de un 6% de los encuestados en la misma muestra poblacional, dijo estar de acuerdo con la presente situación del país y no sentir el desabastecimiento.
Analizándola bien, la situación política de Maduro no luce tan mala. Un 63%, en contra, no parece tanto como debería y el pueblo venezolano suele olvidar pronto y rápido.
El único problema, es que pude olvidarse, incluso, de aquella promesa de resteo con Chávez, aun habiendo “hambre y desempleo”, hecha a comienzos del 2011.Pues, como ya hemos dicho tantas veces, Maduro no es Chávez, aunque a veces lo parezca.
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