Delcy Rodríguez, el monstruo de la Casa Amarilla, quiso mal entonarse y disfrazarse de heroína el pasado jueves 23 de junio en la Sesión Extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA y la verdad es que su intervención fue uno de los actos más oscuros del servicio exterior venezolano o como sea que se llame ese cascaron ministerial en el que fue convertida la Cancillería durante estos diecisiete años de nefasta “revolución”. Oscuro porque engrosa las bochornosas actuaciones de sus predecesores, como Maduro, durante aquellas injerencias cuasi imperialistas en Paraguay y Honduras. Pero también oscuro porque las palabras de Delcy vienen a decir de qué está llena la conciencia de estos fascistas que usurpan el poder y tienen secuestrado a nuestro país.
La negación categórica que Delcy hizo de una crisis humanitaria dejó en evidencia la crueldad y la saña con la que el régimen chavista de Maduro actúa y que quien ejerce de Canciller ha asumido con claridad su verdadero rol de monstruo. Fue un hecho imperdonable que significa un deleznable borrón en la historia diplomática venezolana que en otros tiempos presumió a los mejores hombres de la región y a las más impecables representaciones.
Pero lo que sucedió en la OEA es una lección severa para la dictadura narco chavista. Y es eso lo que debemos resaltar. El discurso del difunto Hugo Chávez que pretendió sepultar a la Organización de Estados Americanos durante diecisiete años naufragó en la comparecencia misma que hizo Delcy, reconociendo sin querer el peso indiscutible de este organismo en el continente americano. Fueron en vano aquellos gritos contra Insulza, el retiro de la CIDH, las bufonadas de Chaderton Matos y los alaridos de Delcy contra Almagro, al final sudaron frío con la posibilidad de la Carta Democrática. Y es que todo lo que ha hecho el chavismo ha sido en vano. Como es en vano la existencia de la CELAC, la UNASUR, la ALBA y PETROCARIBE que terminaron siendo lobby exclusivo para el populismo y el delirio izquierdista que se alimentó del petróleo venezolano y que al final no han servido para escudar a Maduro, el dictador. Claro, la renta venezolana acabó, ya no se compra-venden votos internacionales.
Luis Almagro viene a exculpar a la OEA de la irresponsabilidad con la que había actuado en otros momentos y en su cargo de Secretario General habla preocupado y con motivos más que sobrados para invocar la Carta Democrática. Él está consciente que tarde o temprano la crisis venezolana afectará incisivamente a los países de la región, los cuales deberán asumir los costos de la tragedia humanitaria a la cual muchos le hacen la vista gorda. De ahí que uno de los puntos neurálgicos de su informe es la pavorosa crisis de desabastecimiento de comida y alimentos. Crisis que como dije fue negada de forma vehemente por Delcy aunque para la fecha que escribo estas líneas el nivel de escasez de medicinas en Venezuela supera ya el 90% y el de comida se acerca al tope fatal del 100%. Ojala los países miembros de la OEA estén conscientes que el precio político y humanitario de seguir indiferentes a la suerte de Venezuela es muy alto y puede condicionar por mucho tiempo el desarrollo de la región.
La solución de Venezuela no pasa por el diálogo que ha impulsado Maduro con sus colaboradores personales Zapatero, Torrijos y Fernández, caer en esa trampa burda sería una vil capitulación que se traduciría en más catástrofe. Tampoco resolveremos el problema con la activación de mecanismos internacionales que al final sólo terminan siendo letra impresa. La impotencia por el estado de indefensión en el que nos hallamos desde hace tantos años nos ha hecho creer que el problema venezolano se resolverá mágicamente desde el exterior y no es así, aunque reclamamos menos indiferencia de la comunidad internacional, el problema será resuelto por nosotros, antes ha sido así y esta vez no debe ser la excepción.
No podemos sucumbir a las expresiones de una supuesta victoria de la narcodictadura. Delcy sabe que no triunfó. Triunfaron los venezolanos. Triunfamos porque al fin se dijeron las verdades necesarias en el escenario de la OEA, aunque la radiografía de Almagro sea amarga. Esas verdades tan amargas que fueron silenciadas hasta ahora por el parasitismo que tantos países tuvieron para con nuestro país. Pero el tiempo es otro, ya la verdad venezolana no puede esconderse ni maquillarse.
Y esa verdad tan dolorosa sólo puede ser y es el estímulo para creer que otra Venezuela, no sólo es posible, sino necesaria. A ella deberemos acudir y esa apasionante tarea será para los líderes que sobrevivan a la crisis actual. Esta Venezuela que tenemos no es la que hemos aspirado como pueblo desde hace doscientos años. No dudemos de que las horas que se avecinan serán continuidad de la severa lección que estamos recibiendo como país por haber fracasado en la gran oportunidad que tuvimos de aprender sobre la democracia durante el siglo XX.
El régimen de Maduro deberá aceptar el referéndum revocatorio este año y en el plazo más rápido posible, para ello la oposición deberá jugar todas sus cartas. De lo contrario a todos nos estallará el conflicto en la cara y lamentaremos el tiempo que perdimos. El país no merece que se le inflijan más heridas. Una vez echado el dictador deberemos encaminarnos a un proceso inédito de reconciliación nacional y una Asamblea Constituyente que refunde a la República de Venezuela para que nunca más la pesadilla pueda repetirse.