Creo que desde Don Rómulo Gallegos, no conocíamos un presidente con más elegante uso del lenguaje para dirigirse a sus conciudadanos. Es, a todas luces, injusto que los compatriotas no se refieran a él en los mismos términos de cordialidad y respeto. Nunca hemos escuchado de sus labios una palabra destemplada, un insulto a nadie y otra coa que no sea incitación a la bondad y el amor.
Por lo demás, en todas las áreas de lo que toca a su desempeño, salvo la excepción mencionada, naturalmente, no se había conocido nada igual. Con el pocotón de motores que encendió, el país marcha hacia un avance sostenido del sistema productivo. La agricultura está completamente revitalizada y hay un entusiasmo en el sector agroindustrial que no se había conocido en la historia de la república. A pesar del descenso del precio del petróleo, todos los sectores, sin discriminación de ningún tipo cuentan con las divisas necesarias para su funcionamiento y el control de cambios ha funcionado como uno de los más transparentes, no ya de nuestra historia, sino del mundo.
En materia educativa, Venezuela es una potencia. Nuestras universidades cuentan con recursos para la docencia y la investigación, profesores satisfechos y animados. Se han creado nuevas universidades con tal nivel de eficiencia que carreras largas, como la de medicina, han sido reducidas a tres años. Ni que hablar del sistema sanitario, uno de los más avanzados del continente. Es cierto que no se consiguen algunos contados medicamentos, pero no es su responsabilidad, sino de los compradores compulsivos que compran muchas más medicinas de las que necesitan. Igual cosa sucede en los mercados, efectivamente hay colas de compradores, pero eso lo que indica es que la gente está comiendo mucho más. Antes, en tiempo de la llamada IV república, la gente comía perrarina, ahora ni los perros la comen (porque comen cosas mucho mejores, como lomito y carne de primera, obviamente). Por algo la FAO nos ha dado un reconocimiento por el desempeño gubernamental en materia de seguridad alimentaria.
En lo que se refiere a la pacificación del país, no se conoce nada igual desde el primer gobierno del Dr. Caldera. El afecto y cordialidad con los cuales los cuerpos de seguridad del Estado tratan a los ciudadanos es digno de emulación por países con muy mal ejemplo en la materia. Gracias a sucesivos planes de seguridad, nuestra ciudad capital es de las menos violentas del planeta. Es verdad que la gente no sale de noche, pero es porque prefiere quedarse en casa disfrutando la excelente y variada programación del canal del Estado, que promueve los valores de la tolerancia y el respeto.
El vicepresidente ha advertido que contamos con una ley para castigar con cárcel a las personas que se expresen negativamente del gobernante. Lo cual suena justo y razonable. Ahora, solo de pasadita, le digo una cosa, su excelencia: más barato le saldría enrejar el país.