Después que todos creían en Venezuela que se habían librado del ex presidente Rodríguez Zapatero, hace una semana reapareció el ex mandatario español en el país.
La presencia de Zapatero representa la más evidente demostración por parte del Gobierno de Venezuela de su hundimiento político, y de su incapacidad para salir a flote. Que un gobierno que regularmente se niega a recibir líderes internacionales, comisiones de organismos regionales, o instituciones de derechos humanos, tirándole prácticamente la puerta en las narices al enviado del papa Francisco, el Arzobispo Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados del Vaticano, y que reciba con bombos y platillos a un extranjero, permitiéndole además visitar a su preso político estrella, el ex alcalde de Chacao, Leopoldo López, no puede ser sino un milagro. Lo interesante no es solo que Zapatero haya sido recibido así en Venezuela, sino que haya salido del país hace menos de un mes con actitud cabizbaja, y ahora haya regresado, no solo bajo la misma posición de dialogante, sino apoyado por la Unión Europea.
No es la primera vez que vemos a Zapatero ejerciendo de colaborador del Gobierno de Venezuela. En diciembre pasado, cuando la oposición de ese país pedía a gritos la presencia de observadores internacionales para las elecciones a la Asamblea Nacional, el organismo electoral se jactaba de haber eliminado esa figura. Sin embargo, anunciaba magnánimo, que de acuerdo al reglamento general de la Ley Orgánica de Procesos Electorales, (N° 130118-0005, del 18 de enero de 2013), el Consejo Nacional Electoral permitiría la presencia de “acompañantes internacionales”. De allí que en base a esta nueva figura electoral, acudieron a Venezuela algunos ex presidentes del mundo. Por el lado del oficialismo lo hicieron Rodríguez Zapatero y el ex presidente de Panamá, Martin Torrijos. Por el lado de la oposición participaron los ex presidentes Jorge Quiroga, de Bolivia, Andrés Pastrana, de Colombia, y Luis Alberto Lacalle, de Uruguay. Casualmente los dos primeros ex gobernantes actúan hoy en día, junto al ex presidente de República Dominicana, Leonel Fernández, como dialogantes en el conflicto venezolano y no tuvieron ningún inconveniente durante su gestión como acompañantes electorales en dichas elecciones parlamentarias. En el caso de los otros ex mandatarios, les fue revocada su credencial por parte del organismo electoral durante la jornada eleccionaria, aduciendo este la emisión de opiniones impropias por parte de dichos personajes. Sin ánimo de ejercer de clarividentes, resulta difícil imaginarse que en el país de Zapatero pudiera ocurrir una situación similar en contra de estos, o de cualquier otro líder internacional.
Después de la participación de Zapatero y Torrijos por parte del Gobierno nacional en las elecciones parlamentarias, estos, y Leonel Fernández fueron invitados para formar parte en la “Comisión de la Verdad, Justicia y Reparación de las Víctimas”, creada por el gobierno bolivariano para investigar los hechos políticos violentos ocurridos en Venezuela en los últimos años. Estas acciones han sido atribuidas por este a sectores de la oposición venezolana. Tanto así, que como consecuencia de esto existen líderes políticos en prisión.
Lo interesante de estos hechos, es que de los casi 200 gobiernos soberanos del mundo y de los 7.300.000.000 de habitantes que aproximadamente existen en el planeta, son precisamente estos tres ex mandatarios los que participan en las actividades que regularmente organiza el Gobierno de Venezuela en donde su contraparte resulta ser siempre la oposición a este.
La presencia de Zapatero y de los otros dos ex mandatarios en el dialogo, no puede apreciarse como el interés de conversar amistosamente por parte de estos ciudadanos con miembros de la oposición venezolana. Está claro, y así ha sido reconocido por quienes han avalado a estos tres personajes, que el objeto del dialogo no es otro que mediar entre los sectores en conflicto con la idea de llegar a un acuerdo que permita la convivencia pacífica en el mismo territorio.
Por ende que estas circunstancias, de ver siempre a las mismas personas desempeñando roles más o menos similares, en representación del Gobierno venezolano, no puede interpretarse simplemente como un asunto meramente formal. Siendo la mediación un método para la resolución de conflictos en donde a través del diálogo y la negociación puede llegarse a acuerdos, resulta fundamental que no una, sino todaslas partes en conflicto, sientan la seguridad que la actuación de los negociadores corresponda al más exacto equilibrio entre las partes, al más alto nivel de confiabilidad y al más puro sentimiento de objetividad. En el caso que nos ocupa es evidente, que por muy buenas intenciones que existan de parte de los tres negociadores, todas las señales, sin excepción, inclinan la balanza a favor del gobierno revolucionario.
La necesidad de confianza entre todas las partes en conflicto nos lleva a un tema tan igual de preocupante como el de la actuación de los referidos ex mandatarios. Nos referimos a la calificación de partes en la discusión y/o negociación sobre la situación de Venezuela.
La dinámica a la cual el para entonces Presidente Chávez llevo al país, de ir ganando espacios políticos mediante consultas electorales cada cierto tiempo, y el inmenso poder que este venia acumulando, obligó a la oposición política, aquella organizada en partidos y grupos políticos, a agruparse en una sola entidad que les permitiera evitar la disgregación de esfuerzos y recursos para enfrentarse al gobernante. Primeramente lo hicieron bajo el amparo de la llamada Coordinadora Democrática (CD), la cual dio por terminada su actuación con la derrota en el referéndum revocatorio del 2004. Para el año 2008, los partidos políticos decidieron probar suerte de nuevo, agrupándose en lo que actualmente es conocido como la “Mesa de la Unidad Democrática” (MUD). La MUD ha participado en los procesos electorales presidenciales de 2012 y 2013 apoyando al candidato Henrique Capriles, así como en las elecciones parlamentarias del 2015.
Paradójicamente, así como la antigua CD, y actualmente la MUD, lograron materializar importantes logros, su propia conformación ha resultado altamente beneficiosa para los fines del Gobierno venezolano. De hecho, el entonces mandatario Chávez solía ufanarse ante los suyos de haber logrado unificar a todos sus enemigos en un solo bando, circunstancia que le facilitaba el atacarlos en su conjunto bajo una misma estrategia y herramientas, evitando tener que dispersar esfuerzos en intentar destruirlos individualmente.
Con el correr del tiempo, y dadas las infinitas crisis que han venido surgiendo en el país, esta búsqueda de unificar esfuerzos para lograr objetivos políticos de parte de la MUD ha venido paulatinamente, y a veces de manera imperceptible, minando la actuación y hasta pretendiendo sustituir la opinión de la sociedad civil en general, hasta el punto que se considera casi un acto de traición el que alguno de los miembros de esta exprese su opinión divergente pasando por encima de los canales regulares de la referida organización política.
Esta circunstancia, además de no corresponderse con el espíritu y razón de la creación de dicha organización política, desconoce peligrosamente la verdadera y trascendental fortaleza de la sociedad civil en su conjunto, facilitando con creces el actuar del actual gobernante de Venezuela, Nicolás Maduro en contra de esta. Es evidente, que así como lo consideraba su mentor Chávez, resulta mucho más sencillo llevar por el carril de una negociación a un grupo político en particular, que tener que incluir en esta a miembros de la sociedad civil y de las instituciones sociales, políticas y económicas más representativas del país.
Todo proceso de negociación, fuera cual fuere su temática, representa una dinámica en la cual las partes intervinientes tienen la oportunidad de ofrecer sus puntos de vista frente a la problemática planteada, así como de exponer sus opiniones en relación con la mejor manera de resolverla. En el caso de Venezuela, indistintamente de las opiniones en pro y en contra de la participación en un proceso de esta naturaleza, es claro que dicho proceso no puede plantearse como si de la lucha de dos potencias extranjeras se refiriera, imponiéndose ciudadanos extranjeros como únicos directores del evento. Más aún en el caso de los prenombrados ex gobernantes, los cuales poseen probada simpatía oficialista.
De igual manera, siendo un conflicto político de naturaleza interna, cuya potencial resolución repercutirá por igual en la totalidad de los venezolanos, mal podrían los ciudadanos aceptar mansamente que las discusiones se centren en la participación de partes escogidas arbitrariamente, como si la sociedad civil, la cual representa un todo inmensamente mayor que las partes pre designadas en la referida negociación, estuviera simplemente de adorno para votar en elecciones, o para aplaudir a líderes políticos.
Tal y como expusiera un conocido autor sobre el tema (Alain Touraine): “La existencia de una sociedad civil diferenciada de la sociedad política es un prerrequisito para la democracia. Sin ella, no hay Estado legítimo”. Olvidan los líderes políticos en el país, que la consecuencia de seguir evitando que la sociedad civil venezolana participe, incluso en contra de los propios intereses de aquellos, no es que pierdan las elecciones, sino que estas nunca se realicen.