Conocía de aquellos escritores e intelectuales de tiempos viejos, quienes se ufanaban escribiendo sus latinazos para impresionar. Además de las buscadas poses y quiebre de voces. Todo en exceso y ceremonioso.
Con los años esas extrañas expresiones fueron quedando en el olvido o fueron sustituidas por galicismos y expresiones en inglés. Pero yo mantuve mi latinazo. Una suerte de cántico ceremonioso y sentencioso que dejaba salir de mi boca cuando a alguien se le ocurría decir alguna afirmación fuera de lugar o intelectualmente pobre, académicamente hablando. La lanzaba a los cuatro vientos mientras con desgano volteaba el rostro sin mirar al intruso. -Aliquando bonus dormitat Homerus, y de inmediato todo se hacía un silencio.
Sabía que me preguntarían. Indagarían y yo remataba: -Esa es una expresión de Horacio en su Poética y también dicha por el Manco de Lepanto, en su Quijote. –Se dice cuando alguien expresa una reflexión débil o está errado en su afirmación. La reacción era siempre de respeto, reconocimiento y burla a quien osaba decir tonterías o estaban sus frases fuera de lugar.
Pero con los años agregué otra estrategia. Cuando salía con mis extrañas teorías y reflexiones sobre dioses, ángeles y fantasmas. Ante la más mínima duda, sentenciaba. –Es que esta información proviene de unos científicos de la universidad de Stanford. -Eso fue demostrado en estudios e investigaciones. Todo se hacía un silencio y nadie se atrevía a refutarme.
Así me hice de una aureola de sabelotodo para que nadie me estuviese preguntando y me dejaran tranquilo. Años después, encontré que la vida había cambiado y entonces me fastidié de encontrar personas que seguían a pie juntillas lo que otros inventaban. Y es que el fin del siglo XX y todos estos años de este tedioso siglo XXI, se le dio por seguir construyendo frases lapidarias, pero absolutamente insípidas, banales y hechas para débiles mentales.
La Nueva Era trajo falsas copias que la mayoría de las personas han comprado para estar bien con Dios y con el Diablo. Desde las clásicas El Universo conspira, Hoy voy a estar bien, Pensar en positivo, hasta Todo lo que va a pasar, pasará y el fulano Hombre nuevo, Socialismo Siglo XXI y El lado correcto de la Historia.
Si abrimos las páginas de Internet y viajamos por las redes sociales, desde Twitter, Instagram hasta el Facebook, se deslizan en caída libre, desde Ho´oponopono, Círculo de la luz violeta, Los nuevos Caballeros de la Tabla Redonda, La Era del Ayurveda, La Rosa Mística de Sarón, junto con las clásicas iglesias, templos, sinagogas y mezquitas. Todas ellas y otras más, mantienen sus palabras de iniciación, así como las ceremoniosas frases de reconocimiento, donde se entretejen miradas, cruce de manos y toques en hombros y dedos.
He visto la complejidad de esta trivialidad leyendo sus mensajes, revisando sus escritos y observando sus trazos en dibujos y muestras fotográficas. En todas hay una constante: el peligro de la inminente superstición y ortodoxia, que llevan a la práctica del fanatismo y sus históricas y aberrantes consecuencias.
Y es que esta aparente inofensiva ritualidad de la banalidad de usar palabras y frases huecas, como Dios proveerá o el tiempo de Dios es perfecto parecen estar diseñadas para personas que les fastidia razonar y prefieren que otros lo hagan por ellos. Por eso existen curas, sacerdotes, pastores, sheiks, imanes, además de los líderes políticos, militares y demás yerbateros. Todos, absolutamente todos, (-esto sí que es verdad) con una tuerca floja en el cerebro. Los estudios sobre la psicología del liderazgo lo indican.
Por eso se debe andar por estos tiempos muy sigilosos con esta gente. Cuando usan frases preconstruidas y que suenan a cosa demasiado pegostosa y melosa a dioses y ángeles o de reinos perdidos. No se confíe de quienes andan dándose golpes de pecho y ofreciendo paraísos de utilería. Piense. Respétese. Lea de manera reflexiva y crítica, y después, opine y actúe.
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