Podrás darle muchas vueltas al cómo te parece que se tendría que manejar el asunto de la seguridad en aeropuertos, e incluso podrás dar un argumento contundente que dejaría callado al mismísimo Sócrates, lo cierto es que eso no te salvará del problema si no cuidas tu boquita frente a las autoridades aeroportuarias, particularmente en Estados Unidos y Europa. Zocalo.com.mx
Las palabras no están prohibidas por ley o reglamento alguno, pero pueden levantarte cargos por disparar una falsa alarma. Considera que el trabajo de estas personas es no tener sentido del humor a la hora de las revisiones, así que nunca-nunca digas esto (o cosas así) en un aeropuerto y tampoco en un avión… o padece estoicamente las consecuencias.
“Bomba”
No, ni aunque seas yucateco te la van a perdonar: “Bomba” no es una palabra para pronunciar en un aeropuerto. Tampoco “Dinamita” será un vocablo apreciado por algún agente, junto con “Explosivos”, “Granada” y cualquier otro que levante la más ligera sospecha de tus intenciones.
A cientos de pasajeros les han levantado cargos por bromear con el tema o simplemente por la incapacidad de frenar su instinto sarcástico (del tipo “Ah, claro, ¿debo poner también aquí mis armas y bombas?”, como preguntó un pasajero en el aeropuerto O’Hare de Chicago).
Obviamente esto es más grave ya a bordo del avión. En diciembre pasado, en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, un universitario con destino a Cancún “comentó” antes de despegar que había visto una bomba en el baño. Hubo que evacuar la nave y llevarla a resguardo. Luego el bromista confesaría que no vio nada.
Hemos encontrado, sin embargo, que definitivamente el argumento más sólido para que evites bromear haciendo referencias explosivas es el siguiente: ¡No es gracioso!
Ah, y aunque no sea broma, por favor busca un sinónimo para describir tus artilugios de apoyo sexual sin usar la palabra. Eso también ha causado alertas bastante vergonzosas porque el pasajero suele decir bajito y nervioso la palabra “bomba” al responder a los cuestionamientos del personal, generando confusión.
“¿Pero por qué?”
Sí, ya sabemos que eres un filósofo y que siempre quieres saber la génesis y desarrollo del razonamiento; Y no, nadie se va a sentar a explicártelos.
¿Por qué me tengo que quitar los zapatos? ¿Por qué no puedo pasar con mi café si ahí adentro hay un Starbucks? ¿Por qué tengo que sacar mi laptop? ¿Por qué tienen que revisar al niño?… ¿Y por qué no mejor te quedas calladito y dejas de irritar a ese agente de la TSA antes de que haga uso de su mejor poder: hacerte perder el vuelo?
También podrías revisar el sitio de las autoridades aeroportuarias para que respondan tus dudas. Esto es totalmente válido antes o después de las revisiones, pero no mientras estas ocurren. Duh.
“¡Los mato, los mato!”
Tampoco vienen al caso amenazas en cualquier tono que sugieran que pretendes tomar alguna medida, digamos, exagerada, para conseguir lo que quieres, o en represalia por no haber conseguido lo que querías.
Es comprensible que los pasajeros enojados se vuelvan bastante cortos de prudencia, pero hay límites. Por ejemplo, una mujer en Kansas City se metió en un problema por su retórica: “Si pierdo ese vuelo, voy a conseguir un arma y los mato a todos”… El blog de la TSA no lo especifica, pero creemos que sí perdió el vuelo (y algo de dinero y tiempo para lidiar con la corte, abogados y multas variadas).
Ya en vuelo, nunca pierdas de vista que los miembros de la tripulación son personal de seguridad y no empleados de la tiendita. Si eres de esos clientes prepotentes que gusta de soltar el consabido “usted no sabe quién soy yo”, pues primero asegúrate de saber tú quiénes son ellos, y que el acto puede ser tomado no solo como una ofensa sino como una amenaza a la seguridad de la aeronave… ¡lo que no es poca cosa porque es un delito federal, señor(a) importantísimo(a)!
“Ay, oiga, si no soy de hule”
Considera que el personal que hace los cacheos manuales ha escuchado todas las alusiones sexuales posibles, desde las más inocentes hasta las más subidas de tono. Es decir, siempre sirve volver al punto que ya revisamos: no es gracioso.
Lo mismo aplica para cuando hay interacción con las sobrecargos. Las referencias al mítico “Mile-High Club” y las insinuaciones del tipo te pueden ocasionar problemas.
Además de arriesgarte a multas y a ser acusado por interferir en la seguridad de una aeronave –violando así leyes federales–, te arriesgas también a que te acusen de acoso y a que te regañen.
El regaño hará referencia a lo inapropiado, humillante o corriente de tus comentarios, pero sabe que la razón de fondo es… ¡exacto! No es gracioso.
“Es que estoy superborracho”
Todo mundo va a estar de acuerdo contigo en un punto: estás de vacaciones y con más ganas que de costumbre puedes hacer lo que te venga en gana. Sin embargo, debes saber que a los ojos de quien no tiene mucho sentido del humor, el ánimo vacacional etílico realmente se convierte en una amargura tipo “persona intoxicada en área pública”, así que pueden considerarte una amenaza y no permitirte tomar el vuelo.
Ya muchos episodios en el aire (y hoy en YouTube y toda red social indiscreta) han confirmado que no es buena idea agregar el elemento “presurización” a la hora de beber alcohol.
A menudo la broma de la bomba o cualquiera de los casos anteriores viene en paquete con el estado de ebriedad, como ocurrió en Monterrey el pasado marzo, donde dos alegres compadres abordando un avión con destino a Cancún en la Terminal C comprobaron que en México la tolerancia no es más guanga frente a ese tipo de chistes. Les quedó claro al ver a los militares resguardando la zona y a los nada contentos pasajeros que fueron retrasados de su cita con el Caribe unas siete horas.
Al menos tómate un café, finge, mastica chicle… aunque lo más sencillo sería que evitaras acudir intoxicado a lugares públicos, claro.
Para saber…
En los reportes de la TSA (Transportation Security Agency) y algunas aerolíneas, se explica que los cargos pueden hacerse por “falsos reportes”, por entorpecer la operación, por obligar a interrumpir el servicio y activar protocolos de seguridad o antiterrorismo, por ejemplo.
En México, las penas van de uno a cinco años de prisión, y de cien a 10 mil días de multa a quien difunda o transmita información falsa que en cualquier forma perjudique o pueda perjudicar la seguridad de una aeronave, de un buque o de otro tipo de vehículo de servicio público federal (art. 167 del Código Penal Federal).
En territorio estadounidense, la pena por el delito de falsa alarma se paga con penas que pueden ir desde una sanción verbal, multas u horas de servicio comunitario, hasta 15 años de prisión. Si lo piensas bien, eso sí que sería retorcidamente gracioso en algún recuento llamado “1000 Maneras tontas de perder la libertad”.
Los oficiales de aeropuertos en realidad no te pueden arrestar, no están armados y no pueden usar la fuerza para hacer su trabajo, pero si encuentran motivos, además de hacerte pasar un mal rato, pueden entregarte a las autoridades judiciales.
¿En qué casos? Cuando exista negativa a la revisión, comportamiento “beligerante”, cuando se descubran peligros potenciales, objetos prohibidos o narcóticos en el equipaje revisado, cuando el oficial reconoce a una persona por ser buscada por las autoridades, por sospechar que alguien está en peligro o viajando en contra de su voluntad, o a manera de intervención en disputas entre pasajeros que resulten en altercados físicos.
Recuerda que en todos los aeropuertos se invita a los pasajeros a participar en la seguridad de todos reportando actividades sospechosas.