Recordamos este episodio a propósito de los cambios de gabinete de Nicolás Maduro, no porque éste folclórico pichón de tirano, manganzón y reposero tenga alguna semejanza con Napoleón Bonaparte, tampoco porque Diosdado Cabello o alguno de sus enemigos internos dentro del PSUV calce los puntos de José Fouché. ¡Nada de eso! Se trata de observar los signos de la decadencia, no hay espacio para dudas: este gobierno está en su etapa terminal. La entrega del poder a una cúpula militar corrupta es evidencia de su debilidad. Cuando Diosdado Cabello copa la escena es por la misma causa y siendo obvia su vinculación con Padrino López, “El Pollo” Carvajal o Néstor Reverol –para sólo nombrar algunos de los cuestionados jerarcas militares- uno entiende que Maduro se ha quedado sin opciones. Sus enemigos aprovechan la fragilidad de un liderazgo que inútilmente se aferra a la charretera del insepulto “comandante eterno”. Designar como Ministro del Interior a un General acusado por la DEA puede interpretarse como una irreverencia frente al “imperio” pero también podría confirmar la vocación delictiva del régimen o que desde el alto gobierno se protegen oscuros intereses. Cuando los radicales del chavismo destituyen a Pérez Abad y disipan cualquier esperanza –si acaso alguien la tenía- de rectificación en materia económica, es claro que vamos a una profundización de la crisis y con certeza, se agudizará la conflictividad. Quizás sea lo que buscan, creen que así pueden poner fin a su agonía y morir con la ilusión de una épica que jamás tuvieron. En fin, si Maduro quería atar de manos a alguien o si el amordazado es él, queda a gusto del lector. Quién es rehén de quién es un ejercicio intelectual interesante que deriva en el agotamiento de un régimen –todos incluidos- que penosamente avanza hacia el aislamiento internacional, tal como merece un gobierno forajido en decadencia. #YoRevoco
Twitter: @richcasanova
(*) Dirigente progresista / Vicepresidente ANR del Colegio de Ingenieros de Vzla.