En el tiempo ha resultado un tanto difícil hacer entender a los gobernantes e incluso a colegas y ciudadanos que la solución al problema de los salarios y la pérdida de poder adquisitivo no está en la indexación de estos a la inflación; sino por el contrario el camino debe ser una indexación a la productividad. Eliminando así los salarios mínimos que al fin de cuentas son un control al precio del trabajo, control que genera distorsiones e ineficiencias que no sucederían si se permitiera al mercado laboral operar libremente. La indexación a la productividad permite a los trabajadores obtener rendimientos acorde a su productividad, ofrece flexibilidad en la estructura productiva y hace posible se puedan obtener mayores beneficios tanto para el empresario como para el trabajador.
Esta opción no representa una alternativa para los gobernantes, no porque no sea efectiva o pruebe serlo, la realidad es que representa una pérdida de la capacidad persuasiva del gobierno, al alabar su política de compensación a la inflación, además limita que lo primero suceda; es decir que se genere hoy inflación para mañana pretender compensarla.
Los salarios mínimos y sus aumentos recurrentes, no solo son supremamente ineficientes, sino que también carecen de compensación a la pérdida inflacionaria. La inflación sucede previa a la compensación, la pérdida ya se ha generado -Ex ante- y la supuesta compensación prometida solo es un hecho posterior –Ex post- que carece de capacidad compensatoria y que lleva dentro la semilla inflacionaria del mañana.
En términos más simples, la pérdida del poder adquisitivo es irrecuperable, porque la compensación que hoy se ofrece es incapaz de al menos nivelar el poder adquisitivo pasado. El aumento del salario mínimo de hoy es la inflación de mañana, este espiral es casi imperceptible para muchos, quienes se distraen exigiendo cada vez más y más porcentajes en aumentos de salarios mínimos, sin tener en cuenta que cada aumento de salario mínimo nuevo esta preñado de más y más inflación futura. Los salarios inician una carrera contra la inflación que no pueden ganar, porque ella siempre va adelante.
En Venezuela los salarios mínimos -desde el primer decreto de 1974 por Carlos Andrés Perez– carecen de poder de compensación a la perdida que causa la inflación sobre el poder adquisitivo, la hechos económicos así lo han demostrado y han dejado evidencia el fracaso de la política de justicia social.
Los repetitivos incrementos de salarios mínimos en combinación a una crisis económica severa -marcada por un abuso de controles a nivel de cambio, precio, coste, producción, distribución y una fuerte caída de la producción nacional- hace que lejos de permitir una recuperación de la economía en general el incremento de salarios empuje al cierre a la pequeña y mediana empresa, incapaz de soportar la presión sobre los egresos y con una muy limitada capacidad de obtener ingresos. En otras palabras, si para las empresas los costes de producción –mano de obra, materia prima, otros- incrementan más que proporcionalmente a lo que lo hacen los ingresos que están afectados por controles de precios entre otros y le es imposible ajustar su estructura productiva, entonces la actividad económica deja de ser rentable y es insostenible la operatividad, pudiendo causar incluso el cierre total y el desempleo de toda la plantilla.
En estos escenarios las que más sufren son las pequeñas y medianas empresas, emprendedores, empresarios y trabajadores que pertenecen a este sector, no es que las empresas grandes no se vean afectadas, sino que las pequeñas y medianas habitualmente tienen menos capital para compensar las fuertes salidas que causan los incrementos en los costos.
Debemos romper el mito de la compensación de los salarios mínimos sobre las pérdidas causadas por la inflación. Lo que el gobierno hace es pagar hoy un aumento de salario mínimo con la inflación del mañana. Además de someter a los empresarios a arduos controles sobre sus ingresos y funcionamiento en la estructura productiva, les obliga a soportar una carga mucho más alta sobre sus costes que compromete la operatividad de las empresas.
No se debe pregonar y procurar mayores incrementos de salarios mínimos, ¡NO!, lo que se debe pedir –espero que políticos y ciudadanos lo entiendan– es un freno definitivo y absoluto a la inflación. Solo así se puede iniciar el rescate del poder adquisitivo, cada acción inflacionaria del gobierno diluye el poder adquisitivo del bolívar, los ahorros, inversiones y sueldos. No hay ningún sentido en compensar la pérdida por inflación con más inflación. Cada bolívar de nueva creación diluye el poder adquisitivo de los que encuentran ya en la economía, es así como con cada emisión se destruye la poca existencia de poder adquisitivo, si es que aún tiene sentido creer que se existe.
Para finalizar y dar soporte a este artículo, he presentado dos gráficos que demuestran la ineficiencia histórica de los salarios mínimos para compensar las pérdidas inflación. El primero es la variación real del salario mínimo; descontando a los incrementos nominales en salarios mínimos el impacto inflacionario y revelando la fracasada política de compensación, y en el segundo se puede observar fácilmente el diferencial entre el comportamiento de los salarios nominales y la inflación, he tomado estimaciones de organismos internacionales para la inflación de 2016., ya que no se dispone de data oficial.
Willians Ruiz
Twitter: @williansruiz