Sólo un gobierno pantagruélico, como el de Maduro, puede pretender creer que le corresponde hacer un uso excesivo del poder, cercenando con ello el derecho de nuevas fuerzas democráticas que están brotando de las bases sociales, de un pueblo que desea con urgencia promover el cambio de gobierno, porque tanto tiempo en el poder ha creado un apetito insaciable en él, que lo ha estado moviendo a ingeniar en los últimos días cualquier artimaña, con tal de asegurar su fin supremo, que no es responder a las profundas necesidades de un pueblo, sino conservar el poder político y económico por todos los medios posibles.
El poder de la movilización política y social puede hacer frente a los excesos de cualquier naturaleza. Toda movilización cumple una función extraordinaria, en tanto y en cuanto plantea una presión ciudadana, impulsada desde abajo, desde las bases, para lograr transformaciones en la realidad y en las instituciones políticas venezolanas. Pero toda movilización política está acompañada de cierto nivel de tensión, el que ha creado el gobierno en torno a las manifestaciones, el miedo que han sembrado en nosotros hacia el derecho a poder protestar y rechazar lo que no nos parece acertado, y más cuando su objetivo es el cambio del gobierno. En consecuencia es un proceso que tiene un ciclo de vida, y un objetivo, que es producir cambios fundamentales. En este sentido, aparte de las condiciones objetivas, como la ingobernabilidad, desesperanza, frustración colectiva, factores internacionales, y de las condiciones subjetivas, con el papel del individuo y el ejercicio de su voluntad, sin duda un factor determinante en el éxito, o fracaso, de toda movilización política se encuentra en saber discernir el momento histórico preciso, o timing, que pueda facilitar el cambio, y el cambio es ya.
Porque sólo un gobierno como el de Nicolás Maduro puede afirmar con convicción que no hay falta de nada, de medicinas, o de pan en la despensa, en tanto ha estado acostumbrado a tener mucho, y en demasía, cuando es más que evidente el malestar de todo un pueblo que le ha tocado padecer las consecuencias de quienes se entregaron a esos excesos en el pasado, y que también han dado señales de continuar haciéndolo en el presente. Porque el abuso de funciones y uso de bienes del patrimonio público, así lo ha confirmado en todos estos 17 años de revolución.
En efecto, la participación política, es expresión de la movilización política, (ir a votar, por ejemplo) pero también es su consecuencia. Y el 01 de septiembre de este 2016 tiene todas las probabilidades de convertirse en una de ellas. La demanda es clara: Luego de las declaraciones la pasada semana, de la presidenta del CNE, en las que emitió un mensaje bastante ambiguo, y que en pocas palabras negó las posibilidad de que el referendo sea este año, tratando de proteger a ese gigante de apetito voraz, la presión más que necesaria, es trascendental. El cambio en el sistema político venezolano sólo podrá inducir transformaciones tangibles, siempre que se cuente con el apoyo de toda la ciudadanía, y se aproveche el momento oportuno, que ya ha llegado, que es ahora.
Un gobierno pantagruélico y una sociedad desventurada, aparecen entonces a la vista como dos realidades separadas por una profunda brecha que, sin duda, hacen cada vez más necesaria la movilización política, que defienda ese derecho político que se está viendo amenazado y que constituye la única salida pacífica a la crisis política, social y económica que nos asedia. Pronto se pondrá fin a la oscura época del banquete en la cual han resultado favorecidos tan solo unos pocos.
Es por ello que todos los Venezolanos, debemos movilizarnos a exigir, una vez más nuestros derechos democráticos, y que sea respetada nuestra voluntad de querer cambiar por la vía pacifica un gobierno que nos pisotea por pensar distinto, que nos humilla ante nuestras propias necesidades y que solo se nutre de recursos mal habidos. Después de 17 de desgobierno, ha llegado la hora de hacernos respetar, como lo hizo nuestro libertador hace mas de 205 años, devolvámosle a Venezuela la libertad de poder ser quien quiere ser, démonos los Venezolanos la oportunidad de vivir en tranquilidad, de comer, de poder curarnos, de dejar el miedo a nuestras calles. De regresar al país de hace 20 años.
El primero de septiembre es la cita.