Esta enfermedad mental, esta patología, este síndrome es característica del régimen chavizta en su acción desastrosa que desarrolla modelos de convivencia violentos, ajenos a la idiosincrasia del venezolano.
Todavía existen personas que continúan ingenuamente creyendo que en el diálogo con el oficialismo, se darán los cambios necesarios en la construcción de una economía saludable y rentable. Diálogo adecentado por intermedio de terceros actores, pensando que la dirigencia radical oficialista respetaría acuerdos y firmas de documentos.
Otros esperan que termine la implosión en el centro del poder del Estado para asumir nuevas posiciones y desplazar a los inquilinos de Miraflores.
Mientras otros más, rezan y oran junto con los agoreros e intérpretes de oráculos y videntes, esperando un nuevo mesías.
Unos y otros, tanto desde las dirigencias de organizaciones partidistas como en los centros del poder económico, piensan que mejorando esas áreas, el país enderezará su rumbo.
Y parece verdad que sería relativamente fácil, una vez desplazados del poder, cambiar las políticas económicas para establecer nuevos patrones de administración en la organización del Estado venezolano.
Sin embargo la mentalidad marginal que se fue apoderando de la conducción del Estado, tardó poco más de 40 años en llegar a las puertas de Miraflores, gobernaciones, concejos municipales, alcaldías, ministerios, institutos autónomos y pare usted de contar.
La mentalidad marginal no es un hecho fortuito ni tampoco se generó en estos últimos 17 años de régimen chavizta. Ella ha venido incubándose desde finales de los años ‘70s. Fueron sus primeros tiempos de bajo perfil. Disfrazado de populismo. Otras veces de asistencialismo de Estado. Y finalmente, política de Estado al generar misiones que se institucionalizaron y han convivido con las instituciones tradicionales del Estado, hasta desplazarlas.
Todas ellas y otras más tienen rostros, nombres y cientos de miles, millones de seres humanos quienes han modelado conductas, actitudes y modos de viva. Principios y valores que desde hace unos cuantos años se promocionan como logros de una revolución que privilegia la visión acrítica, ahistórica y amoral de los individuos y de la nación.
No es nada improvisado el llamado plan de la patria. Es todo un modelo que fue diseñado desde inicios de los años ‘60s., después del derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez. Parte de esas estrategias habría que encontrarlas en los discursos y reflexiones de personajes, como Alí Rodríguez Araque o Núñez Tenorio, o de quienes directamente apostaron, tanto con su influencia política o económica, para aupar la imagen de Hugo Rafael Chávez Frías.
La gran mayoría de esos personajes, quienes medran a bajo perfil al amparo del régimen, disfrutan de los privilegios de manera discreta y segura. Banqueros, financistas, empresarios, dirigentes políticos y gremiales, religiosos, militares, entre otros, ayudaron a levantar este monstruo rojo-rojito que está convirtiendo a Venezuela en un espacio donde la mentalidad marginal, como epidemia, ha desatado la más grande mortandad moral, ética y de principios, desde su fundación como república.
Superar esta enfermedad mental no será nada fácil. Porque habrá que lidiar primero con eventos meramente materiales, urgentes, como la atención a la desnutrición infantojuvenil. La atención a las personas de la tercera edad, los centros psiquiátricos, aquellos centros hospitalarios donde están seres humanos con enfermedades terminales y cuidados intensivos. Los centros de reclusión donde existe un mercado de esclavos, quienes deben pagar semanalmente cuotas de dinero para medio proteger sus vidas.
Rescatar todas, absolutamente todas las instituciones tradicionales del Estado. Esas que son imagen de la república y sociedad. Desde ministerios, institutos autónomos, escuelas, liceos y universidades, hasta registros y prefecturas. Eso implica desplazar, por necesaria sobrevivencia del Estado y la sociedad, a individuos con mentalidad marginal. Hombres y mujeres que se prestaron, que enmudecieron y miraron para otro lado mientras se cometían actos innobles, de evidente corrupción, de todo tipo, contra venezolanos y contra la nación.
La mentalidad marginal, disfrazada de revolución, de socialismo siglo XXI, de bolivarianismo y chavismo, ha sido la actividad más siniestra y hamponil que grupo humano alguno haya ejecutado jamás contra la república y contra los venezolanos, su historia y su cultura.
Serán necesarios muchos años. Mucho esfuerzo y sacrificio para superar esta sangrienta barbarie. Este daño, esta afrenta contra la mayoría de los venezolanos decentes, responsables y trabajadores. No hay justificación ni explicación lógica para esta descarada maldad que unos cuantos rostros ejercieron, unidos a miles de rostros cínicos ocultos, quienes se prestaron a ejecutar un “plan de la patria” perverso y de esclavitud, convirtiéndose en corresponsables de miles de muertes inocentes, para arrastrar a la República de Venezuela hacia una sociedad de Estado marginal.
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