Sin embargo, frente a todo ello se levanta el pueblo de Caracas y de Venezuela entera para las jornadas anunciadas. Es un muro de fe, una muralla de optimismo ante el cual se estrellan todas las pretensiones continuistas. No se lucha contra un mal gobierno. La lucha es contra una tiranía dictatorial que mantiene a los venezolanos con hambre, con salud precaria y sumidos en la más espantosa inseguridad del continente. Las razones ideológicas han desaparecido. Totalmente desdibujadas hoy vemos luchando juntos a ricos y a pobres, izquierdistas honestos que acompañaron a Chávez en los primeros tiempos al lado de la Mesa de la Unidad Democrática, MUD, y la mayoría de independientes que anhelan el cambio.
Hemos visto sacerdotes caminando rumbo a la concentración caraqueña convocada para este jueves. Indígenas del Amazonas y pueblo llano de todos los Estados de Venezuela. Particular importancia tiene la movilización fronteriza desde Táchira y Zulia. Han soportado la humillación del cierre arbitrario de las fronteras y ahora, la tímida apertura rodeada de requisitos burocráticos absurdos y contrarios a la dignidad de esos pueblos. Escribo en domingo. Para hoy está convocado un punto de salida para la Capital en Alitasía, Guajira Grande, donde los wayuu se preparan tanto para marchar hacia Caracas como para repeler los intentos de saboteo que intentará el gobierno, como en otras partes. No sé qué pasará, pero lo que sí sé es que ese sentimiento de protesta y rebeldía es irreversible como en el resto del país.
Venezuela está en pie de lucha. Venceremos. Estoy convencido de que la voz y la acción de la población civil estará acompañada de las armas de la República, más allá de lo que pretenda la cada día más reducida cúpula que las ha tenido secuestradas, hasta ahora.
Domingo, 28 de agosto de 2016
@osalpaz