Desplegó el gobierno una campaña de terror previo a la Toma de Caracas, mediante el cierre de autopistas, carreteras y vías para tratar de impedir el acceso a la capital, pero nada de eso surtió efecto porque la decisión del pueblo es cambiar al gobierno este mismo año, a través del referendo revocatorio. Desde los cuatro puntos cardinales de Caracas, movilizaciones gigantescas de forma pacífica pero aguerrida exigieron que se respete lo que establece la Constitución en lo relativo al derecho del pueblo de revocarle el mandato a Nicolás Maduro, un presidente devaluado internamente y aislado internacionalmente.
Tal vez un hecho novedoso de la Toma de Caracas fue la incorporación de los sectores populares de Caracas, quienes ahora si ven la necesidad de un cambio de rumbo que les ayude a resolver la crisis que hoy sufren, en particular aquella relacionada con la falta de alimentos y medicinas. Ya se acabó el mito de la invencibilidad del PSUV en los barrios de Caracas. De hecho en las elecciones del 6 de diciembre fue barrido en lo cinco circuitos electorales del Municipio Libertador en Caracas. La situación cambió y cada vez las fuerzas democráticas adquieren más fuerzas donde sufren y viven los más humildes.
El nuevo gobierno que debe instalarse en Venezuela en 2017 tendrá en sus manos dos tareas fundamentales. En primer lugar encarar con determinación y resolver el serio problema de la escasez de alimentos y medicinas para que vuelva el abastecimiento y se acaben las colas y en segundo lugar, asegurar la estabilidad política, lo que implica aumentar la base de apoyo popular y también incorporando al nuevo gobierno fuerzas que antes apoyaron al presidente Chávez y ahora abrazan la causa de la democracia y el progreso.