No referirse a la toma de Caracas de este pasado 1 de septiembre sería absurdo además desconocer un hecho que pasara a la historia. Los ciudadanos salimos en paz, en ambiente festivo, llenos de alegría, esperanzados y colmados de fe. Caminamos en amistad, sentimos la emoción de la mayoría, la convicción de que el madurismo tiene las armas y los poderes de los cuales se ha apoderado abusiva e ilícitamente, pero no tiene pueblo, la gente perdió la confianza y los ciudadanos se hartaron de tanta mentira y falsedad. Le quedan unos cuantos fanáticos, policías y militares armados hasta los dientes, pero desarmados de ética democrática y apartados del pueblo al cual pertenecen, con el cual conviven, pero no son vecinos respetados ni respetables.
El llamado fue para exigir la fijación de la fecha para la recolección del 20% de las firmas, paso previo para la votación que mayoritariamente hará saltar a Nicolás Maduro de la silla presidencial. Ambas fechas deben ser durante este año, porque el objetivo no es sólo quitarnos de encima el peso de este hombre procaz y de pocas luces, sino que con él se vaya este concepto de regir hablando sin hacer nada eficaz, el estilo de gobernar encarcelando a opositores y distribuyendo papelillo conceptual.
Esas fechas llegarán, la primera para finales de octubre, aunque con todos los escollos y obstáculos que pueda inventarse la perversidad experta de los asesores cubanos para retrasar los plazos, pues maduristas, chavistas y habaneros están dispuestos a sacrificar políticamente a Maduro, pero siempre conservando las llaves de Miraflores. Para ello necesitan un referendo revocatorio después del cumplimiento del cuarto año de pesadilla; es decir, nunca antes del 10 de enero 2017. Todo el problema radica ahí, y simultáneamente en la desesperación cruel de un Gobierno atado por su propia ceguera, incapaz de la menor clemencia, sordo y testarudo. Esperar lo contrario sería un milagro y los comunistas ni hacen ni creen en milagros.
El momento culminante del maravilloso encuentro ciudadano de este esplendoroso primer día de septiembre fue cuando a medio día, sin que nadie lo propusiera, sin gritos ni preparación previa de agitadores verbales, sin megáfonos ni discursos, la inmensa muchedumbre lanzo al viento venezolano los encendidos versos del Himno Nacional de Venezuela. La emoción, el sentimiento patrio profundo e irreversible, el respeto del canto, la responsabilidad de cada estrofa, la seriedad del tono, retumbaron como uno solo que de haberlo grabado sería sin duda la mejor interpretación jamás realizada de nuestro Himno Nacional. ¡Que sentimiento prodigioso recorrió el cuerpo, el alma agradeció mil veces haber nacido en esta tierra como parte integrante de este pueblo extraordinario, y de mi venezolanidad!
Pero tras esa impresión purísima, vibrante, intensamente motivadora viene la desilusión por el impudor, indecencia y ofensa. Me cuenta un amigo, de esos maravillosos conocidos que nadie sabe tener hasta que lo tiene, que en el encuentro del oficialismo le mentaron la madre al presidente de la Asamblea Nacional. Reconocí que Henry Ramos Allup no es ningún angelito de la caridad, ni dechado de virtudes y su verbo a veces podrá provocar la respuesta de algún improperio, pero nombrarle, sacarle la madre en esos términos groseros, soez, vulgar a un venezolano, es el mayor de los insultos, un agravio muy serio y obsceno que casi nadie podría perdonar sin irse a las manos.
Confieso que en un primer momento no le di especial importancia, pensé que era un manifestante de esos que abundan, un patán de esquina sin relevancia, un borrachín saturado hasta el empalago de alcohol o un estúpido infiltrado. Pero no, lo increíble, lo insólito es que fue el propio Presidente de la Republica Nicolás Maduro que en alocución a sus simpatizantes trató de rebajar a Ramos Allup calificándolo de “viejito”, como si la edad fuera un peso y no un cargamento de experiencia que a Maduro tanto le falta, y encima lo llamó “coño de madre”. La verdad no se puede ser tan irresponsablemente ordinario y barriobajero.
Por cierto, ¿qué opina CONATEL al respecto, sobre tamaño descaro y grosería por televisión y radio? ¿Qué pasaría con cualquier dirigente opositor insultando de esa manera al Presidente? Estaría preso, acusado de vilipendio, enconchado o en el exilio, señalado por Maduro, todo el Gobierno y los camaradas de Bolivia, Nicaragua y Ecuador.
En cualquier caso, Ramos Allup no necesita quien lo defienda y no soy precisamente quien lo va a defender o salvaguarde de improperios inmerecidos, rudos y grotescos. Es el hecho insolente de quien en el ejercicio de la presidencia debe mantener la compostura y en especial, en el lenguaje. El presidente no puede vilipendiar a los ciudadanos. Por el contrario, su deber y obligación es respetarlos.
A diferencia de la de Henry, nuestra madre aún vive, tenemos la suerte y privilegio. No sabemos donde están las madres de todos, muchas no están y muchas siguen luchando, porque si algo grande tiene Venezuela son sus madres, y es crimen contra la patria meterse con ellas, todo venezolano sabe y siente que las madres son sagradas en este país como en ningún otro y no se las toca ni con el pétalo de una rosa. Mucho menos un Presidente que debiera ser, al menos por su cargo, ejemplo de comedimiento, urbanidad y consideración.
La Patria se siente y defiende como a nuestra Madre y que Nicolás Maduro no lo conciba, es preocupante, peligroso y aterrador.
@ArmandoMartini