La ciudadanía decidió el 1S que es innegociable el cambio político categórico y, con su participación contendiente, enfrentó la Relación de Participación Militar Potencial del régimen pero además neutralizó las expresiones de violencia como factor de contención del libre tránsito del venezolano. Todo ello para dejar categóricamente expresado su deseo de cambio. ¿Cambio por qué?, porque el régimen ha sido incapaz de desarrollar la legitimidad de gestión, lo cual le ha llevado a perder no sólo el apoyo de los demócratas, sino de quienes estaban convencidos previamente con los planteamientos mesiánicos como lo demuestra el hecho social de Villa Rosa.
El régimen quiere dar la espalda al punto de quiebre empleando la violencia ante su incapacidad de realizar la legitimidad de gestión, y pretende generar una confrontación frente a la inmensa desconfianza de todos los venezolanos que han comprendido que este régimen neo-militarista, donde un partido político en armas funciona como gobierno, NO tiene ningún aporte, soporte o apoyo por parte de los venezolanos. El grotesco, primitivo y deplorable espectáculo de Nicolás Maduro en la supuesto concentración terminó por sellar para el mundo la necesidad de cambiar un régimen inmoral, desconsiderado y propiciador de violencia, que ya se aproxima a una violencia urbana y rural.
Violencia urbana y rural a la cual ya acude el régimen porque, ante la incapacidad de imponer un orden social, cree que con la violencia puede contener el gen democrático del venezolano. Se equivoca, subestima al venezolano demócrata que está en cuenta que frente a la violencia política y al creciente empleo de la Relación de Participación Militar en la sociedad está dispuesto a responder con la protesta. La protesta civil organiza, incremental, como la que ha venido ocurriendo en la gesta política democrática que comenzó el 6D, continuó el 5E, se acrecentó con el firmazo y el reafirmazo… hasta llegar al 1S.
La violencia política la conoce Venezuela cuando a partir de 1961-1962 el comunismo obcecado en Venezuela admirador de Castro, se propuso prender la pradera con guerra de guerrillas ordenada por Krushev desde Venezuela hasta el cono sur, igualmente sostenida y reafirmada por el Foro de San Pablo, ese mismo que adoró y aprecia hoy a Lula Da Silva a la puerta de la prisión por corrupto. Esa violencia absurda, incongruente, primitiva e inhumana lo que dejó fue tristeza, enlutó casas y consiguió un estamento militar suficientemente operativo que la derrotó militar y políticamente firmándose la paz en 1973, con lo cual se pensó que jamás Venezuela estaría bajo los signos de la violencia política, como se encargó de demostrarlo Nicolás Maduro en su ofensa pública a quien representa la soberana Asamblea Nacional de la República.
La violencia política que insinuó el régimen pareciera que está acotada al desgraciado recueste que hace el Frente 41 de las FARC en el espacio de las tres lengüetas, donde ya funciona unas Fuerzas Bolivarianas de Liberación que entienden ese espacio como zona de apresto y creen que su operación estratégica estaría limitada por el eje Orinoco-Apure con salida al Delta, y posiblemente a Trinidad y Tobago. Las fuerzas democráticas del país que cumplieron con su gesta política-democrática el 1S deben estar alerta, en especial sus líderes para que se reaccione frente a la violencia con protesta organizada e incremental, que requiere de planificación, liderazgo, genio y talante para neutralizar la barbarie.
La gesta política-democrática llama a un cambio político categórico, para lo cual el país demanda de un punto arquimédico que faculte pequeños grupos sociales, para que generen difusión sobre el cambio político y potencien su saber sobre la importancia de la protesta y, de ser necesario, la resistencia civil porque sólo con ella se podrán contener la violencia política que promueve Nicolás Maduro. Jamás la sociedad venezolana tolerará el grotesco militarismo que se nos trata de imponer. Militarismo primitivo que desconoce el funcionamiento del cuerpo societal.
La gesta política-democrática del 1S, desde ya, dice no a la violencia urbana y rural que promueve este régimen, quizás nutriéndose de sus vinculaciones con las FARC, tal vez soñando el desquiciado planteamiento de la década de 1960, pero sobre todo de espaldas a una sociedad que aún frente a la regresión político-militar que han impuesto en Venezuela ha logrado animar, concientizar y dirigir la participación contendiente para definir un cambio político categórico. Cambio político categórico con un nuevo orden social cercano a la Teoría del Consenso de Valores que es lo que corresponde a la reinstalación de la democracia en un país consciente que el siglo XXI se alcanza sólo mediante la paz social, la responsabilidad política y el empleo del conocimiento y de la ciencia como asiento de cambio.
Es original,
Dr. José Machillanda
Director CEPPRO
Caracas, 6 de septiembre de 2016