Un joven bloguero ruso puede acabar con sus huesos en la cárcel por cazar pokemones en una iglesia rusa, travesura que la Iglesia Ortodoxa considera una blasfemia y las autoridades un atentado contra los sentimientos religiosos.
EFE
“Para mí, esto es completamente ridículo, ya que cómo puede alguien sentirse ofendido porque otra persona camine con un teléfono inteligente dentro de una iglesia”, se pregunta Ruslán Sokolovski en un vídeo en el que se ve cómo juega al Pokémon Go en una iglesia en Yekaterimburgo, capital de los Urales.
Sokolovski decidió desafiar las advertencias realizadas por la televisión rusa, justo cuando el juego se convirtió en un fenómeno mundial, de que sus aficionados podrían ir a prisión si se les ocurría cazar pokemones en lugares de culto.
“¿Por qué demonios te van a encerrar por eso? Por ese motivo decidí cazar algunos pokemones en la iglesia. ¿Por qué no? Yo creo que es seguro y legal”, agrega el bloguero.
Sokolovski se equivocó: el 3 de septiembre fue detenido, recibió dos meses de arresto administrativo y podría ser condenado a cinco años de cárcel, en virtud de la ley aprobada tras la famosa homilía punk protagonizada en 2012 por el grupo Pussy Riot: “Madre de Dios, echa a Putin”.
El juicio contra el joven, que es acusado de instigar al odio y atentar contra la libertad de credo, ya comenzó a puerta cerrada en Yekaterimburgo, donde ha tenido una gran resonancia.
En el último momento, la acusación le ha añadido un tercer cargo por tenencia de equipos técnicos para la captación de información de manera secreta, entre los que figura un bolígrafo espía.
Aunque, a diferencia de lo ocurrido con Pussy Riot, la Iglesia Ortodoxa Rusa ha adoptado una postura contenida, la Diócesis de Yekaterimburgo emitió un comunicado en el acusó a Sokolovski de “blasfemia”.
Según la diócesis, el bloguero ofendió a los fieles que acuden al templo y ultrajó la memoria de la última familia imperial, asesinada por los bolcheviques en ese mismo lugar en 1918, con el único fin de preparar un nuevo vídeo con propaganda atea y anticlerical.
“A esta clase de provocaciones, que provocan odio por motivos religiosos, se les debe poner coto en estricta consonancia con la ley, para evitar su repetición”, señaló en la nota.
La Iglesia negó que busque “venganza” contra el joven por lo que se abstuvo de hacer peticiones concretas de castigo.
“Esperamos que Sokolovski admita su falta moral, se arrepienta por la blasfemia (…) y en caso de arrepentimiento total y sincero merecerá la petición de indulto por parte de la Iglesia”, expuso.
Mientras, el metropolita Kiril de Yekaterimburgo se mostró dispuesto a interceder por el bloguero si éste borra los fragmentos de los vídeos que colgó en Youtube donde, según la Iglesia, se ofende a Dios y la Virgen María, y se suma a los servicios sociales de la Iglesia.
El portavoz de la policía local, Valeri Gorelij, se pronunció a favor de “enviar al trullo a estos ‘pokemonistas’ por cinco años, como mínimo, o más, para que a otros no se les ocurra blasfemar en lugares santos”.
El Comité de Instrucción ruso (órgano investigador penal) insistió en que el motivo de su procesamiento no se reduce al incidente con el Pokemon Go, sino a varios vídeos grabados por Sokolovski de claro contenido extremista.
La oposición criticó duramente la detención del bloguero, que pronosticó se convertirá en un proceso similar al de Pussy Riot y causará un grave perjuicio a la Iglesia Ortodoxa.
“En Yekaterimburgo, un tribunal arrestó a un cazador de pokemones en un templo. Tiene 22 años y vive con su madre inválida. Esto es de locos. El chico, por supuesto, provocó, pero no se puede detener a una persona por estupidez, falta de educación y ganas de sobresalir”, comentó Yevgueni Roizman, alcalde de Yekaterimburgo.
Amnistía Internacional pidió esta semana la liberación del joven y tachó de “absurda” su detención, que consideró un desprecio de la libertad de expresión.
En una demostración de que se mantiene en sus trece, Sokolovski pidió que le llevaran a prisión libros de conocidos ateos como Bertrand Russell y Stephen Hawking. EFE