Mientras una parte del oficialismo hace grandes esfuerzos por tratar de desligar la figuras de Chávez a la de Maduro, los enchufados al poder se aferran a esta tratando de salvar aquella imagen, diciendo que Nicolás está destruyendo el “legado del supremo”.
Sin embargo, todos los días el gobierno recuerda a través de su hegemonía comunicacional, un video donde el propio Hugo Chávez designó a dedo a Nicolás Maduro como su sucesor. Además, el PSUV y la dirigencia chavista, lo apoyan, desde Padrino López, pasando por Diosdado, los hermanos Rodríguez, El Aissami, Jaua, Ameliach, Rafael Ramírez, así como todos los gobernadores, alcaldes y diputados rojitos, incluyendo a las rectoras del ente electoral y magistrados del Tribunal Supremo de Justicia.
En fin, es imposible que puedan ocultar una verdad monumental, como lo es que Nicolás Maduro es la expresión más pura y nítida de ese “legado”.
Desde el punto de vista programático: Maduro es Chávez, porque no ha girado ni un grado la política económica y social, basada en el estatismo y el colectivismo, o sea el modelo fracasado, donde nadie dentro del oficialismo, salvo contadas deserciones, ha ofrecido visiones alternativas a la que Nicolás encarna y ejecuta.
En el ámbito internacional, tampoco ha habido variaciones. Por lo que debo decir que Maduro no traicionó a Chávez, sino que continúa su legado y es su más ferviente discípulo, ya que ha podido calar “acomodar” a familiares y allegados a costa de lo inconstitucionalmente aceptable.
No tengo la menor duda de que Hugo Chávez es el padre del desastre que hoy padecemos, y Maduro es su seguidor. Las variadas y profundas crisis que nos afectan desde hace casi dos décadas, no las generó Nicolás en los últimos tres años -aunque si las agudizó- estas fueron engendradas por Chávez, quien lamentablemente desaprovechó el más grande boom petrolero de nuestra historia y nos dejó mucho peor que como estábamos hace 18 años.
Si alguien aun tiene alguna duda de que Maduro es la expresión más nítida del “legado” sólo escuche las últimas palabras de Chávez: “Mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que en un escenario que obligaría a convocar de nuevo a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón”.
Esa misma frase me hace dudar sobre lo tanto que el supremo amaba al pueblo que lo apoyó en reiteradas oportunidades, si es que de verdad le salió desde su corazón.
Lo único que Chávez no le pudo dejar al primer mandatario fue el liderazgo que el difunto tenía entre las masas, por eso jamás temió a medirse en unas elecciones; en contraposición, Maduro y los ministros que aun lo mantienen en la presidencia, rehúyen a contarse en el referendo revocatorio, cosa que no hizo Chávez en el 2004, cuando a pesar de haberle dado largas a la consulta popular, finalmente se realizó dentro de los lapsos del revocatorio y salió triunfante.
Hoy en día Nicolás y su combo, con más del 80% del país en contra, recurre a cualquier tipo de trampas o triquiñuelas para mantenerse donde ya no lo puede hacer, perdió la oportunidad de conquistar a un país, de hacer grande a Venezuela, situación que no era difícil, ya que su antecesor ya había demostrado sus costuras y venía perdiendo poder debido a las malas políticas públicas para gobernar. Solo con un poco de voluntad, este se hubiese mantenido. Quien no sabe lo que hace, por lo menos se molesta en escuchar y ver las necesidades de un pueblo que tiene años pidiendo a gritos un cambio en la ideología y muy especialmente en el modelo económico, que actualmente nos ha llevado a la peor crisis que haya atravesado el país.
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