Más allá de las consideraciones sobre los argumentos a favor y en contra del acuerdo, tenemos que destacar como se desarrolló el proceso de consulta popular en un verdadero estado democrático y de derecho. El contraste entre la actitud de Santos y de Maduro, es el que hay entre un demócrata y un dictador.
En primer lugar, el acuerdo de paz alcanzado en la Habana pudo ser firmado sin apelar a un referendo. Santos no tenía la obligación legal de someter el pacto con las FARC a consulta, pero sintió que era su obligación moral dar la última palabra a los ciudadanos. En Venezuela el CNE tiene la obligación Constitucional de facilitar un Referendo Revocatorio y de convocarlo si cumple los requisitos, a pesar de eso vemos que nuestro poder electoral y sus jefes en el gobierno, bloquean un derecho del pueblo.
Seis semanas después de la firma del acuerdo de paz, los colombianos estaban votando en Referendo, mientras en Venezuela un proceso que ha comenzado hace meses, quiere ser aplazado hasta el año 2017 porque “no es posible hacerlo en tan poco tiempo”.
Por otra parte, Álvaro Uribe, principal líder de la campaña triunfadora del NO, no ha sido perseguido, ni hay en Colombia presos políticos por defender sus ideas.
Las mesas electorales cerraron en la hermana república a las 4pm y en menos de 2 horas se conocían los resultados a pesar de ser unos escrutinios muy ajustados, nadie usó como excusa el estrecho margen entre las opciones para dilatar el anuncio de las cifras hasta horas de la madrugada.
Quizás una de las lecciones más importantes que nos da Colombia con este referendo, es la actitud de ganadores y perdedores, de Uribe y Santos, quienes se han pronunciado en favor de un diálogo que unifiquen la postura de los líderes democráticos frente a la guerrilla de las FARC.
El contraste de un proceso democrático en Colombia, con las decisiones arbitrarias del poder electoral venezolano, dejan desnudo a la tiranía Madurista, desmintiendo con los hechos los argumentos del CNE y sus amos en Miraflores.