Orwell tenía la intención con esta novela, según algunos intérpretes, de hacer una denuncia contra los regímenes totalitarios y autoritarios (que para la fecha ya se había visto con el nacionalsocialismo y la URRS) pero lejos de eso, el libro se ha vuelto una especie de manual para dictadores bananeros y revolucionarios trasnochados. Sacó a colación el texto, porque es imposible no establecer similitudes entre la novela y lo que estamos viviendo en Venezuela. Donde un mito fraudulento y revolucionario se ha adueñado del país y se usa como una especie de dogma para justificar cualquier acción adelantada por un Estado abusador, acorralado y cada vez más asustado.
Es cierto que el actual gobierno dista de ser un régimen como el de 1984, pero lo cierto es que, tampoco están muy lejos. Claro ejemplo de ello es evidente negación de la realidad. Ese doblepensar que se evidencia frente a la perenne negativa de reconocer a la AN, en hacerse de la vista gorda y los oídos sordos con respecto al sufrimiento del pueblo, pero, por encima de ello, frente a su deseo, derecho y necesidad de expresar su voluntad y soberanía a través del RR. También observamos el doblepensar, en la actitud del TSJ que en lo que va de año ha dictado 30 sentencias contra la AN, y se prepara para arremeter contra el RR, pues ya han amenazado con emitir una sentencia cuya finalidad seria dar la estocada mortal a la consulta popular.
De concretarse esta realidad estaríamos frente a la muerte de la democracia venezolana y curiosamente del proyecto revolucionario; Pues de un plumazo la democracia participativa, representativa y protagónica sucumbiría ante la tutela de ese Gran Hermano Judicial que sabe lo que al pueblo venezolano le conviene. De acuerdo a un grupo de especialistas Venezuela ya ha entrado en un Estado de ruptura democrática, empezó con el TSJ abrogándose las competencias de la AN, se consolidó cuando aceptó que el Ejecutivo le presentase el presupuesto nacional, y si se lanzan a la aventura de suspender el RR, habrán alcanzado su punto máximo.
¿Qué pasará entonces? Sin duda nos dirigimos a un escenario tan ominoso como el predicho por Orwell, pero a diferencia de su distopía, aun hay esperanza. Porque aun hay un pueblo que no está enceguecido y alienado. Que está dispuesto a luchar por la democracia, por la libertad, y por el futuro. Un pueblo que apuesta por el hilo democrático e institucional y que saldrá a defender su derecho a la consulta revocatoria. Uno, que le demostrará a esos Grandes Hermanos, que la verdadera democracia y la revolución emancipadora no admite abusos, ni tutelaje por parte de nadie.