En estos últimos meses, y muy especialmente en los días recientes hemos visto cómo el régimen, desesperado por continuar en el poder ha violado la constitución flagrantemente, empleado a su bufete particular, el Tribunal Supremo de Justicia, para hacer y deshacer cuanto le viene en ganas. Así aprobó el presupuesto nacional para el año 2017, desconoció a la Asamblea Nacional y con ello la voluntad de todos los venezolanos que votamos por ella el 6 de diciembre y, más recientemente la suspensión de la recolección del 20% para activar el Referendo Revocatorio.
Una suspensión bastante dantesca, pues vimos cómo en 7 tribunales penales del país, sin atribución alguna para decidir en materia electoral, violaron la Constitución, al anular la recolección del 20%, por irregularidades presentadas en unas firmas que no formaron parte de las totalizadas para lograr las activación del 1%, al que hacen referencia las sentencias.
Por si esto fuese poco, fuimos testigos de cómo hordas chavistas ingresaron a la sede de la Asamblea Nacional, ante la mirada paciente de los responsables de la seguridad como lo son los funcionarios de la Guardia Nacional que resguardan el edificio, y cómo la prontísima llegada del alcalde Jorge Rodríguez logró calmar los ánimos de su bandada, y lograr el desalojo de las instalaciones.
Todas estas acciones sólo demuestran la desesperación de un régimen que se sabe perdido, y obrando bajo esta desesperación sólo consigue hilvanar un error tras otro, pues sabe que no cuenta con el respaldo de la voluntad popular y tienen claro que la única forma de retener el poder es bajo la fuerza. También sabemos que en la historia estas medidas nunca han funcionado, e incluso las más cruentas dictaduras en el mundo se recrudecieron poco tiempo antes de sucumbir.
Ya ha quedado claro para la comunidad internacional que en Venezuela no existe una democracia, que se ha roto el hilo constitucional, lo que se traduce en una presión adicional para la actual administración que antes gozaba de una careta democrática. Ahora los ojos del mundo están puestos sobre nuestro país.
Sabemos que nuestra nación vive momentos muy oscuros, en los que resulta muy fácil caer en la desesperación y la desesperanza, pero debemos mantenernos firmes, debemos seguir en la calle, no podemos bajar la cabeza ahora porque ya estamos muy cerca de poder disfrutar de la luz al final del túnel, de ese país por el que tanto hemos trabajado, de La Mejor Venezuela.